Capítulo 6: Al demonio con las reglas

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– ¿Qué? – exclamé más que impresionado y lo miré estupefacto, no podía creer que desconociera tanto a David, jamás me imaginé que fuera capaz de llegar a ese extremo con tal de que su imagen no fuera dañada.

No me mires así, yo no tuve nada que ver, fue cosa del destino.

– ¿Qué fue lo que pasó?

– No se dio cuenta que su auto se quedó sin frenos así que se estampó en un puente, lo rescataron con vida, pero al parecer en el hospital hubo una equivocación, no supieron que era alérgico a un medicamento y eso fue lo que le ocasionó la muerte sin que pudieran evitarlo – explicó como si me estuviera dando el estado del tiempo.

– Era un mal nacido, pero tampoco era para desear su muerte.

– Creo que tenía muchos enemigos, cuando se es estafador, ese es el riesgo, ¿puedes darme las fotos, por favor?

– Están en mi departamento.

Miré el reloj y faltaba media hora para la cita con la desconocida, pero, con tal de no averiguar de qué era capaz David, le dije que fuéramos por ellas. Manejé a toda velocidad, en silencio, en la universidad él había sido el típico chico que molestaba a los nerds y les hacía bromas bastante pesadas, por eso me quedaba la duda de si en verdad había sido un descuido de él lo de los frenos, ahora me arrepentía por haber acudido a David para resolver ese asunto, pero se veía tan tranquilo, ¿podría ser tan frío o simplemente sí había sido obra del destino? Llegué a mi edificio y subí rápidamente por el sobre con las fotos, lo tenía en un cajón, debajo de mi ropa, lo saqué y volví a bajar a toda velocidad, se lo entregué y me sonrió satisfecho.

Gracias Christian, ahora ya estamos en paz tú y yo, sin nada que nos preocupé – no pude responderle nada – tranquilo, tú y yo seguimos siendo amigos, no pasa nada, olvidemos este mal episodio.

– Voy a otro lado, ¿quieres que te deje en algún lugar?

– No, gracias, el sitio donde me estoy quedando no está lejos de aquí, puedo irme caminando.

– Adiós David – dije subiendo a mi coche, no podía perder más tiempo.

Miré por uno de los espejos del coche y me di cuenta como sacaba un encendedor del bolsillo de su pantalón y encendía el sobre. Ahora agradecía no haberme asociado con él. Manejé a toda prisa al hotel, ya eran las 8:05, así que cuando llegué dejé mi coche con el parking, no podía perder más tiempo estacionándolo yo mismo. Entré y vi que ella ya estaba por salir, le sonreí, incluso con traje se veía sensual.

– Disculpa la tardanza, tuve un contratiempo – dije mientras le tendía el brazo.

Entiendo – respondió con una sonrisa.

Nos dirigimos a la habitación y una vez más maldije a las cámaras de seguridad del ascensor, si no estuvieran, en ese mismo instante lo detendría y la haría mía, era una de mis fantasías que aún no cumplía.

Al entrar a la habitación ella se fue directo a la mesa para dejar su bolso, me acerqué y la abracé por la cintura acercándola a mí, su exquisito aroma me inundó y mi cuerpo empezó a reaccionar, comencé a besarle el cuello mientras masajeaba sus senos por encima de la blusa, después le quité el abrigo y la giré para besarla desesperadamente acariciando sus nalgas, me enloquecía su sabor, sentir como se iba excitando.

Después volví a besar su cuello hasta llegar a su oreja, le mordisqué el lóbulo y la escuché gemir, entonces una idea cruzó por mi mente, quería saber si había hecho lo mismo que yo cuando estuve en Seattle. Le pregunté si había seguido mi sugerencia y, para mi sorpresa, respondió que sí, así que le pedí que me lo mostrara y me miró desconcertada.

Ardiente TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora