Justo como pasa cuando en un salón clases, que la maestra regaña a uno de sus alumnos y los compañeros de este se quedan pasmados sin saber que hacer; como sucede después de que una pareja de jóvenes enamorados pelee y se separe en medio de un restaurante y los meseros se quedan parados sin saber qué hacer y los demás comensales dejan de hacer lo que están haciendo para quedarse inmersos en lo que acaba de pasar; algunos sin habla, otros sin saber que decir, los que debido a lo pesado del ambiente susurran lo que ellos piensan acerca de lo sucedido; justo así se encuentra la ciudad. Los únicos sonidos son aquellos que produce la ciudad en sí; los coches, aquellas maquinas que producen pitidos, pero nada más. Sin embargo, al igual que en esas situaciones, siempre hay alguien que va a romper ese silencio abismal.

Los sonidos son relativos en una ciudad, ya que debido a lo grande que son, no todos escuchan lo mismo a pesar de que el silencio se haya roto. Yo pensé que silencio lo rompería una pobre alma muerta de miedo gritando por lo que había presenciado, y estoy seguro de que en alguna parte de la ciudad alguien si lo hizo, sin embargo, donde yo me encontraba el silencio fue roto por aquel chico de la tienda; vomitando sobre la entrada de la tienda.

—¿Qué carajos ha sido eso? — pregunta un hombre que estaba a mi lado.

—No lo sé, lo único que sé es que si es una broma ha sido de muy mal gusto, y sin duda me quejaré con las autoridades— dice una anciana que se había detenido a mirar mejor el video en los televisores como nosotros.

—Abuela, no creo que sea posible que sea una broma hecha por chavales como nosotros, esto tiene que ser obra de hackers expertos como esos que ves en internet, del gobierno... o en el peor de los casos, esto puede que sea real. —Dice un chico que al parecer es el nieto de la anciana.

—Hijo, con todo respeto, deja de decir estupideces. Pronto tendremos respuestas por parte de las televisoras y solo será lo que ha dicho tu pobre abuela; una broma de mal gusto. —Dice el hombre que seguía a mi lado.

—Entonces, explíqueme hombre, ¿son pura coincidencia el tráfico excesivo, el mal funcionamiento del subterráneo, la falta de cobertura y que un puto video salga en todas las puñeteras pantallas de la ciudad?

—Vamos, Pablo, que no hay necesidad de hablar de esa manera. —Dice la abuela del chico. — Pide disculpas al hombre, anda.

—Que disculpas ni que nada. —El hombre hace un ademán con su mano como si quisiera que el chico dejara de hablar. —No tengo tiempo de estas estupideces, que tengo que llegar al trabajo, así que, si me disculpan, yo...

A cualquier persona le ha pasado, y puedo apostar que a ti te ha pasado. Estas hablando con alguien, de lo que sea de la manera que sea en el lugar que sea, y un evento hace que tengas que interrumpirte, y cuando tratas de regresar a la conversación, los participantes son incapaces y se ven forzados a hablar de otro tema. Incluso, a veces, dicho evento viene acompañado de una imagen bochornosa para ti, pero posiblemente no muy agradable para quien estaba involucrado directamente con aquel ruido. Por ejemplo, tu estas sentado en tu mesa, comiendo una hamburguesa con papas al lado de la chica que acaba de convertirse en tu novia, y de repente el un grito de rabia te sacude la cabeza, y al mirar observas a una chica muy avergonzada disculpándose con un hombre que acaba de recibir un baño de gaseosa en su traje de marca. Para ti, el evento solamente distrajo un momento, pero para la chica supuso uno de los momentos más bochornosos de su vida.

Era igual con el hombre que hablaba con "nombre", dicho evento interrumpió al hombre, y únicamente le dio mucho que pensar. Pero para los que estaban directamente relacionados con el evento, resultó en una mochila perdida, perder de vista a algún ser querido, una que otra extremidad rota, morir aplastado por la puerta que esperabas que se abriera todas las mañanas, o Dios sabrá que más habrán vivido todos aquellos que estaban esperando en las 15 estaciones de subterráneo que posee la ciudad.

—¡Joder, que yo me voy a la verga! —Dice el hombre en cuestión y sale corriendo

—Pedro... Pedro... ¡Pedro querido! —

—Tranquila abuela, que todo va a salir bien. Ahora tenemos que salir de aquí.

Yo sin pensármelo un minuto más, dejo a un lado la pendeja idea de ir al colegio, y tomo la ruta que ya tenía pensada para dirigirme de vuelta a mi casa. Pero cuando doy vuelta en la esquina y llego a la avenida y veo una imagen impresionante.

Debido al tráfico que se había producido, y a que la ciudad había invertido en pantallas y en anuncios inteligentes, fue imposible que todos los que estaban dentro de un vehículo no vieran aquel video. Y la reacción de muchos conductores fue la que era de esperarse, pero que nadie deseaba que tomasen.

Muchos de los conductores perdieron la paciencia, y con ello el control de sí mismos. Si no comenzaban a dar volantazos tratando de presionar a los autos que tenían delante, empezaban a tocar el claxon como dementes. O aún peor, subían a las aceras y avanzaban sin importar lo que estuviera a su paso. El detalle es que muchos de ellos lo habían hecho sin avisar. Hasta donde llega la vista se ven cuerpos de todas las edades y formas en las aceras, y los autos pasan sobre ellos como si de topes se tratase. Sin embargo, muchos de ellos ya estaban más machacados que un puré de papa, lo que solo significaba que ya tenían rato haciendo eso.

Algo que cualquier ser humano hace cuando ve algo que le impacta es tratar de ponerse en el lugar de la persona que lo está viviendo; ya sea bueno o malo. Como cuando una chica se imagina que se sentiría que fuera ella la tiene que decidir entre decir que sí o no al chico de sus sueños en lugar de su amiga. O como cuando uno mira como al compañero de al lado se le cae su jugo en el proyecto final, y tratas de imaginarte qué harías tú en su lugar. De la misma forma yo me imagino como sería estar aturdido por todo el caos, estar pasmado por un video que ha sido sin duda alarmante, preocupado porque nada está avanzando como debería de hacerlo; y en ese momento, el frente de una camioneta golpea tu espalda, la rompe, el gran tamaño del vehículo obliga a que la mitad inferior de tu cuerpo se quede pegada al piso, y en consecuencia tu parte superior es arrollada hasta que quedas completamente debajo del coche. Después, la parte inferior del coche golpeará tu nuca cuantas veces sea necesario hasta que termine de pasar, y tú seas incapaz de moverte debido a que las llantas del auto han destrozado tus brazos y piernas. Debido al dolor, serás incapaz de respirar, y sin poder pedir ayuda, morirás debido a las múltiples heridas y al desangramiento extremo. Pero la cosa no acaba ahí. Muchos más coches pasarán por encima de ti, y tu cuerpo llegará a un punto en que dejará de serlo y pasará a ser un puré de vísceras y sangre.

De solo imaginarlo, me dan arcadas, y estoy a punto de volver el medio tazón de cereal y la manzana que había desayunado apenas unas horas.

Sin dudarlo más de un segundo, vuelvo por donde vine y trato de buscar un atajo que me lleve a la calle a la que tenía que llegar. Era casi seguro que, en la ciudad que vivimos, algún callejón me llevaría a donde necesitaba ir.

Casi como en todo el mundo, los callejones han dejado de ser una forma rápida y sencilla de comunicar calles, incluso llegaron a ser lugares y románticos que inspiraron muchas historias de amor; y han pasado a ser lugares que únicamente traían peligro y problemas. Pero en este momento, no creo que un lugar pueda estar más jodido que la ciudad entera, así que entro en el primer callejón que veo.

Siempre hay objetos o personas que nos avisan de no hacer algo o que nos dicen de manera clara que no las debemos de hacer porque nos pueden traer problemas. Como cuando estás chateando en tu cama y volteas a ver tu balón de soccer, y recuerdas que tenías práctica ese día en la tarde, y que si no asistes, estarás fuera del equipo. O como cuando miras una señal de alto, y sabes que tienes que detenerte porque si no puedes resultar multado o puedes causar un accidente.

Sin embargo, lo que a mí me detuvo no fue nada de eso, de hecho, fue algo mucho más pequeño. Midiendo solo un centímetro y cuarenta milímetros, la boca de una M1911 me detuvo en seco cuando un hombre con no muy buena pinta me apunta y dice:

—Vamos a ver hijo de puta. La ciudad está una mierda, y para mí eso es como una bendición. El miedo siempre será nuestro aliado, pero es complicado hacer que florezca. Pero ahora, jaja, está en el aire como ese pedo que te hechas en la noche. Va a ser mucho más fácil robar a imbéciles como tú que se andan sin cuidado. Es por ello que no nos podemos tardar mucho. Y debes de saber que la policía está ocupada en cosas más importantes que en un ratero mediocre que se esconde en un contenedor de basura. Así que, tienes hasta cinco, si no me das todo lo que tengas te pego un tiro entre las cejas y a dormir. Y tal como el negro del video, no estoy jugando.

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