6:30 a.m. Entro a la estación del subterráneo y me formo en la fila de la taquilla. Este día es especial, por lo que he llegado un poco antes, sin embargo, reconozco muy bien a los que llegan a la misma hora que yo a comprar sus boletos, así como aquel hombre que reconoce a los que están en la fila para comprar el café en la misma sucursal o como aquellas mujeres que reconocen a las otras cuando van al supermercado el mismo día. El hombre de traje que siempre habla por teléfono para revisar las finanzas de su empresa, la mujer que se dirige a un centro de atención a clientes, aquel chico con uniforme de football, y una chica con uniforme de doctora.

Tardan un poco más de lo esperado, pero en menos de cinco minutos ya estoy enfrente de la cajera que siempre me atiende.

-Buenos días Marco- dice la cajera con voz un poco inusual

-Buenos días señora Meggie-digo con voz alegre, por más que lo intento no puedo contener mi alegría.

-Aunque de memoria sé lo que necesitas, me temo que hay un problema con el sistema de tarjetas, por lo que necesitaré que hagas el pago completo-

-No hay problema-digo con calma y saco los cinco pavos que necesito.

-Gracias joven-dice amablemente. -Y mucha suerte con ello-dice guiñando hacia el ramo de rosas que llevo en una mano.

-Gracias señora Meggie, ¡Nos vemos! - digo ondeando la mano mientras me acerco a los torniquetes.

Después de cruzar la entrada, empiezo a abrirme camino hacia el andén. En el tiempo que me toma llegar, muchas personas se me quedan viendo por las flores, pero la mayoría ya sabe el porqué. Estoy enamorado. Nunca me había enamorado tanto de una chica, y hoy era el día en que me le declararía.

Ella es alegre, inteligente, es madura y sobre todo linda conmigo. Soy un poco extraño, sin embargo, me ha soportado y ha estado a mi lado cuando más lo necesito. Además, desde hace poco me ha empezado a ver como algo más que a un amigo. Y creo que es el momento de decirle lo que siento antes de que alguien más llegue con ella.

Cuando llego al andén, el tren ya había cerrado sus puertas y partió a una velocidad que me sigue alucinando a pesar de verla todos los días. Volteo a ver el reloj que se encuentra encima del pasillo y marca las 6:45.

Debido a que el sistema de transporte publico había mejorado hace unos meses, un tren pasaba cada 5 minutos por cada estación, por lo que llegar tarde no era una opción. Además, agradecía esta eficacia ya que, en la mochila, además de mis cuadernos y libros, cargo conmigo una modesta caja de chocolates, que, aunque no es la más cara, es la caja con los chocolates favoritos de ella.

Mientras pienso en su bella sonrisa, me dedico a contemplar el panorama que veo diariamente, que, aunque parezca siempre igual, puede llegar a ser muy diferente cuando menos te lo esperes.

Por ejemplo, a mi lado se encuentra el hombre de hace unos momentos, y siempre a esta hora coge el móvil y hace una llamada

-¿Y que tenemos hoy Martha? -dice un poco arrogante

Pasan unos momentos y el hombre responde.

-Excelente-dice orgulloso

Y cuelga el teléfono. Aunque hace eso diario espero el momento en que algún día sea diferente

Aquella madre con su hijo llega corriendo, y al detenerse el niño grita.

-¡MAMAAA! -dice entre sollozos-¡Me dijiste que el caramelo me lo comprarías hoy antes del cole! -dice antes de darle un golpe a su madre en el faldón

SociedadWhere stories live. Discover now