Acuario (M) & Acuario (H)

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FUISTE


- ¡¡¡AHHHH!!! – grité de frustración.

Herida, furiosa y sin dejar de gritar cogí todo lo que estaba a mi alcance lanzándolos con fuerza al piso buscando aliviar este gran pesar que tenía en mi corazón. Una vez leí que gritar libera la frustración; mientras que llorar, el dolor.

El cansancio llegó como un duro golpe en la cara. Caí en el suelo mirando todo el desastre que había ocasionado: papeles tirados, los pobres peluches estaban regados por toda la habitación, mi maquillaje y ropa desordenados... parecía que un huracán hubiese pasado por aquí. No pude evitar reír al recordar que justo esa frase usaría mi madre si viese el caos que había ocasionado.

Suspiré y fijé mi vista en el techo. No estoy segura de la clase de material qué es, pero me encantaba la apariencia de formas de gotas de lluvia que tenía. Increíblemente, eso me trajo de vuelta a la realidad.

Levanté los papeles del suelo y traté de ordenar un poco el desastre que había hecho, al menos lo suficiente para que no se viera tan mal, igual lo arreglaría después. Cogí lo que realmente quería, me enfoqué en lo que tenía que hacer y me dispuse a concretar el plan trazado en mi mente.

Mi determinación hizo que mi cuerpo y mente fueran uno. Con pasos firmes y rápidos, mis pies me llevaban hasta allí. Tenía un objetivo y a por eso iba. Llegué al edificio donde él vivía y el portero, al verme por las cámaras, me abrió la puerta principal.

- Gracias – le dije.

- ¿Desea que le avise al joven? – preguntó.

- No. Que sea una sorpresa – le respondí adentrándome en el ascensor.

Ya en la puerta de su departamento, tomé una gran bocanada de aire y lo exhalé tan despacio como pude. Toqué el timbre y esperé.

Abrió la puerta, lo suficiente para dejarme ver del pasillo hasta su sala, e inmediatamente la juntó hasta casi cerrarse cuando se dio cuenta de que era yo.

- Amor... – pronunció sorprendido y nervioso.

- Te atrapé – espeté.

Su mirada atónita y su respuesta de "¿Qué?, no entiendo" me hacían observarlo con desprecio. Lo empujé, entré en su departamento buscándola a ella para encontrarla oculta en su recámara.

- Si te gustan las sobras – la miré – te puedes quedar con él. Es todo tuyo.

Volteé a verlo a él, quiso acercarse a mí, pero lo aparté. No quería pasar ningún momento más ahí.

- ¡Se acabó!

Tiré su bendito anillo de compromiso y me largué de ahí.

- Amor – me llamaba mientras me seguía. – Amor...

- ¡Deja de llamarme así! – le grité.

- Por favor... - me paré en seco y me giré para confrontarlo.

- ¡¿AMOR?! ¡¿ME LLAMAS AMOR?! – no podía creerlo. – Tú fuiste la primera persona que amé – lo señalé. – Tú fuiste la primera persona a la que le di todo lo que tengo. Tú fuiste la razón de mis sonrisas. Tú fuiste la causa de mis locuras. Tú me convertiste en mejor persona. Fuiste quien me enseñó a ser realmente quien soy, viste la mejor versión de mí y fuiste el que se robó mi corazón... – dolía, dolía mucho esta situación. – Sin embargo, tú fuiste la primera persona que me dejó destrozada – cada palabra me desgarraba – la persona que me dejó sin nada, sin saber qué hacer o qué decir – cada recuerdo era una puñalada. – Sabías que tenías ese poder de dejarme en ese vacío, ¿por qué no fuiste capaz de decírmelo? – lo miré con resentimiento. – Dijiste que era buena... – los ojos me picaban, pero hice un intento más por contener las lágrimas – pero no que era suficiente para ti – jamás iba a poder ser capaz de perdonarle su traición. – Me hubiera encantado saberlo de antemano para ahorrarme este sentimiento de tristeza que me agobia – continué tras un largo segundo de pausa. – Tú sabías que te amaba – susurré. – Te amo – mis labios tiritaban. Ya no podía aguantarlo más, pero me negaba a llorar frente a él.

- Nena... - él no sabía qué decirme.

- Mi primer amor – bufé. - ¡Qué estúpido! – lo miré, él tenía el rostro acongojado. – Amor... eso ya no debería tener significado para nosotros, ¿no crees?... O tal vez sí para ti. Pero para mí NO, porque FUISTE.

- Lo siento – sollozó. – Podemos... puedes por favor...

Negué con la cabeza y continué mi camino fuera de ahí. Bajé corriendo las escaleras sin tener cuidado de tropezarme, solo quería huir. Odiaba esto, odiaba todo. Tomé el primer taxi que vi y no aguanté más, dejé todo salir. Mi corazón adolorido lloraba desconsolado. Sollozaba, era un mar de lágrimas, no podía soportarlo, era imposible detenerlo.

Creí que él era el indicado. Creí que... creí que...

Ambos somos del mismo signo por lo que al ser tan parecidos, nos comprendíamos tan bien, me conocía tan bien; pero ahora me doy cuenta que yo no a él. Y es que ahora testifico de esto: 

"Salir con alguien de tu mismo signo puede ser la gloria o puede ser el padecimiento"


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Inspirado en el fragmento "Fuiste" de la obra "Notas de Acuariana" de  Veerocala.

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