Acuario (M) & Aries (H) FINAL

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That's me!

Suspiré cuando aparcamos en la entrada. Miré a mi amiga quien me observaba sonriente.

Tauro me había llevado "a rastras" hasta la casa de playa de Sagitario.

Sí, "a rastras".

Sí, claro.

Como si no lo hubiese querido y hubiese ido obligada.

Ya saben.

Devolví mi mirada a la ventana. Hacía un frío de miércoles. Me helaba incluso estando dentro del auto. ¿A quién se le ocurre hacer una fogata en pleno invierno en la playa?

Oh, sí, claro. A ellos.

Capricornio y Sagitario salieron y abrieron la puerta de la cochera para que Tau pudiera guardar su carro.

Por lo visto, Aries no estaba por ningún lado.

O eso creía.

- Viniste – lo escuché decir cuando bajamos del auto.

- Hola a ti también, Aries – pronunció sarcásticamente mi amiga aclarándose la garganta.

- Hola, Tau – le sonrió él.

- Te espero adentro – dijo Tau ingresando con su mochila dentro de la casa.

Cogí la mía, me la puse en el hombro y le sonreí a él.

- Pensé que no vendrías.

- Aquí estoy. A las finales sí encontré a alguien que cuidara de Milu.

- Me alegro.

- Igual.

***

Las horas pasaban y todo transcurría con una inquietante normalidad.

Aries y yo no habíamos vuelto a cruzar un momento a solas. Y tampoco es que estando con todos ellos se pudiera.

Nos dirigíamos ahora a la playa, cada uno cargando su manta para protegerse del frío. Los chicos cargaban la leña y nosotras nos encargábamos de llevar los bocaditos y las bebidas improvisadas de último momento.

- Creo que aquí está bien – señaló Capricornio.

- Sí, porque no creo que sea buena idea adentrarse más sabiendo que la marea subirá luego – afirmaba Virgo, la hermana menor de Capri.

- Entonces, manos a la obra – indicó Tau.

Nos sentamos en círculo alrededor de la fogata ya lista.

El calor de la llama reconfortaba mis dolientes músculos por el frío.

- Acuario, pásame la botella – dijo Sagi señalando la botella de Ginger que ya estaba mezclada con vodka. - ¿Y en cuál está el chilcano?

- Creo que en la de Sprite – respondí.

- Gracias... Ok – dijo frotando sus manos y formando en su rostro una sonrisa traviesa. - ¿Comenzamos?

- Por supuesto – asentía Tauro. - ¿Qué mejor manera de entrar en calor que el licor recorriendo el cuerpo?

Tras varios vasos de alcohol mezclado, me sentía en las nubes sin estar perdida completamente.

Tauro bailaba no sé qué con Sagitario, pero ahí según ellos bailaban algo. Capricornio se había llevado a Virgo a casa, a quien le había caído mal mezclar tanto trago. Solo quedábamos Aries y yo. 

Él le daba sorbos a su cerveza mientras sostenía mi mirada que no se despegaba de la suya.

Me vista vagaba desde su mandíbula, seguía por su cuello hasta llegar a su clavícula y me imaginaba cómo se vería su delicioso cuerpo escondido bajo su polera. 

Mi imaginación volaba a mil y lo hizo aún más cuando lo vi acercarse a mí.

- Te veo bien entretenida - me dijo él.

- Arrogante - me burlé.

- Quizás.

- ¿Me invitas? – conseguí decir.

Él alzó su botella hacia mí y rodeé mis dedos entre los suyos acercando el pico a mis labios dejando deslizar el líquido por mi garganta.

- ¿Te gusta?

Acerqué la botella una vez más e intencionalmente relamí mis labios.

- Nada mal.

Sus cautivadores ojos avellana me observaban oscurecidos por el deseo, y en ese momento mi interior pedía a gritos sentir algo más.

- Estás jugando con fuego, Acuario.

- Lo sé

- Te puedes quemar.

- Ya lo sé.

Él sonrió y desvió un momento su mirada de la mía para observar las olas.

- ¿Te gusto? 

Sentí mi cuerpo tensarse y escarapelarse ante la pregunta. Mi osadía se había esfumado y de pronto comencé a sentirme tímida.

- Porque tú sí me gustas mucho, Aqua.

Esas palabras me estremecieron el corazón y lo hacieron saltar fuera de lugar.

- También me gustas - finalmente expresé aquellas palabras.

Nuestras miradas se conectaron una vez más, pero en esta ocasión ambos teníamos nuestros labios curvados bobamente en una sonrisa de complicidad.

Extendió su mano y acarició suavemente mi mejilla, dejándome disfrutar de su tacto cálido y reconfortante.

Podía sentirlo acercarse lentamente, acortando los escasos centímetros que había entre nosotros. Podía sentir el calor que emanaba su cuerpo y el cosquilleante hormigueo que crecía aún más en mi estómago.  Podía sentir su respiración sobre mis labios y ¡oh, cuánto deseaba probarlos! Hasta que por fin pude saborear la dulzura de sus labios sobre los míos.

Me sentía completamente perdida en las nubes, llena de felicidad y alegría. 

No quería estar en ningún otro lado más que aquí con él.

***

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