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9 de octubre, Los Ángeles.

Había bajado del escenario en Atlanta, le habían subido a un coche camino al aeropuerto y posteriormente a un avión durante cinco horas de viaje en las que no logró dormir nada a pesar de que todas sus energías se habían quedado en tierra.

El jet lag debido a la diferencia horaria podría haber sido imperceptible si hubiera optado por dormir un poco, pero cuando pisó la ciudad de Los Ángeles a las doce de la noche de ese mismo día, un punzante dolor estaba instalado en su cabeza y no desapareció hasta tres horas después de haber llegado a su bonita casa en Beverly Hills.

Bonita, pero malditamente solitaria al no haber conseguido arrastrar a Niall junto a él en ese viaje.

A las tres de la mañana se quedó dormido en el maldito sofá de su casa con la misma ropa con la que había bajado del avión, y a las nueve ya estaba pisando los estudios del programa de Corden después de una ducha rápida y tras haber revisado su nevera vacía cuatro veces consecutivas sin conseguir que se llenara de comida mágicamente.

Estaba exhausto, y aunque sus pilas se recargaron bastante tras hacer uso del cátering que James Corden había puesto a su disposición, en realidad no tenía demasiadas ganas de estar allí.

Compromisos tan precipitados como aquel conseguían retrasar su álbum, le quitaban energía que realmente necesitaba y le hacían la vida el doble de difícil de lo que ya era.

Pero aun así, jamás se permitía quitar la sonrisa de su cara y privar de palabras amables a las personas a su alrededor. Aunque la industria consiguió quitarle parte de la esencia excéntrica que le caracterizaba en su pasado, su personalidad seguía siendo carismática y los modales que le habían enseñado desde pequeño jamás le habían abandonado a pesar de todo.

Quizás sí que habían terminado por eliminar brutalmente su autoestima y, en ocasiones, sus ganas de vivir, pero estaba orgulloso de poder decir que la fama no le había cambiado respecto al trato que le dedicaba a las personas que no tenían la culpa de la presión a la que estaba sometido.

Entonces recordó a Harry. Suponía que había maneras y maneras de lidiar con la fama y creía que a Harry le estaba resultando más difícil, a pesar de llevar más tiempo en aquel mundo; o quizás, Harry llevaba más presión de la que parecía sobre sus hombros y simplemente se hacía más evidente el hecho de que estaba esforzándose demasiado por mantenerse en pie.

Cuando le conoció le juzgó mal, pero durante estos últimos días él le había dejado descubrir su mejor lado y creía que merecía la pena tenderle una mano si lo necesitaba, incluso dos.

Las que quisiera, en realidad, Louis no se ponía límites a la hora de ayudar a alguien.

Pero por el momento no eran tan amigos, no eran tan cercanos. Seguían siendo simples compañeros de trabajo que habían logrado llevarse bien, así que Louis no iba a tomarse la libertad de meterse en sus asuntos más de lo que Harry le dejase ver.

Así que, esa mañana, solo le mandó un par de mensajes.

Louis_9:23

_No pude despedirme anoche.
_En cuanto bajé del escenario salí hacia el aeropuerto y supuse que tu aún estabas preparándote o lo que sea.
_Pensaba desearte suerte pero probablemente no la necesitaste.

No le respondió y no esperó que lo hiciera, se llevaban tres horas de diferencia, Harry tenía el día libre y sabía que estaría durmiendo un buen rato, así que olvidó aquellos mensajes durante toda la mañana y se limitó a ensayar sus frases preparadas para el programa de aquella noche junto a James Corden en el plató, con quien también tuvo una muy agradable charla en la que recordaron anécdotas de la última vez que Louis estuvo en su programa el año anterior.

Fly me to the moonWhere stories live. Discover now