El ruido de los fuegos artificiales enmudece los murmullos nocturnos

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XI

La hojas enrojecidas caían con lentitud en medio de la espesura de la noche, bailarinas efímeras siendo iluminadas por un instante al rozar las lámparas circulares de papel dispuestas en fila entre los árboles; el aroma incitador de takoyakis dorándose en su punto, el caramelo de las manzanas goteando dentro de sus puestos cálidos y las castañas desprendiendo humo entre la gente que caminaba deleitándose con el festival cerca de la ciudad, formaban una barrera que hacía olvidar las preocupaciones. A través de la gente que se apiñaba por la calle principal, Gin y (...) caminaban charlando mientras vigilaban de vez en cuando a Shinpachi y Kagura que se habían adelantado, fuera para probar suerte en alguno de los juegos o comprar golosinas.

—Accediste a venir sin quejarte demasiado y no es para estafar cucarachas gigantes, estoy sorprendida —Gin se había desviado hacia un puesto de manzanas acarameladas, mientras (...) observaba a Shinpachi y Kagura forcejear por un algodón de azúcar—. Cómprame unas castañas.

—Sabes que cubrir infidelidades por lo general es bien remunerado, no finjas tampoco, también te uniste a esos dos para arrastrarme hasta aquí.

—Claro, porque no estás disfrutando esta salida   —respondió recibiendo su pequeña caja de castañas.

—Para nada —Gin mordió la manzana con ahínco y tarareó por lo bajo cuando el caramelo se derritió contra su lengua. Cuando continuaron su camino, un cómodo silencio se instaló entre ellos, el bullicio de la gente parecía aislado, apenas interrumpido por el crujir de los frutos secos entre las muelas de (...), y los mordiscos sonoros de Gintoki.  

—(...).

—¿Hm?

—No has estado durmiendo bien, ¿verdad? —Un suspiro y un encogimiento de hombros agotado fue su respuesta.

—Una o dos horas, quizá.

—¿Algo te preocupa?

—Sí... —Gin tiró la paleta enrojecida por la manzana que estuvo devorando al basurero y después tomó un par de las castañas que (...) había dejado de comer hacía un buen rato.

—¿Es sobre lo mismo que hablamos la última vez?

—Supongo...

—¿Zenzou continuó dándote información?

—Le pago para eso.

—¿Por qué?

—Porque —Arrugó las cejas—, pueden estar buscando la manera de atacarlos a ustedes... a nosotros, por haber irrumpido de esa manera en el puerto. 

—¿Solo por una suposición es que estás haciendo todo esto? —Un silencio profundo se condensó entre ambos—, ¿quizá hay algo más? —murmuró. Cuando esa pequeña frase se derramó, como la pequeña provocación para escarbar profundo en un montículo de información bajo llave, (...) sintió un vacío succionar la boca de su estómago y levantó la mirada con los párpados comenzando a expandirse; Gintoki la observaba sereno, con el fruto seco contra sus labios, masticándolo poco a poco, su expresión corporal no estaba a la ofensiva, ni mostraba indicios de acorralarla, pero su quietud persistente demostraba que solo estaba receptivo, esperando a que ella hablara.

La vida con un cabeza permanente |Gintoki Sakata|Lectora|Where stories live. Discover now