Siempre debes mirar a ambos lados antes de cruzar

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V

—Gin, ¿dónde está (...)? —Shinpachi dejó de emparejar calcetines para girarse hacia el permanente, que tenía montones de facturas sobre el escritorio en lugar de la Jump.

—¿Huh? Está trabajando a esta hora, tal vez lavando los taparrabos de Saigou —respondió sin despegar la mirada de uno de los papeles.

—¿No está esforzándose demasiado? Me preocupa... —Gintoki guardó silencio por un instante.

—No tengo el derecho de encadenarla a estar encerrada aquí y decirle «No trabajes », cuando lo que quiere es todo lo contrario —Se rascó la cabeza mientras marcaba con bolígrafo una equis en la esquina de la factura—. Ella se está esforzando al máximo para quedar libre y poder compartir con nosotros antes de regresar con su madre, ya sabes como es, odia tanto trabajar que prefiere reventarse durante un corto periodo, para terminar rápido con eso y al final vaguear todo lo que se le dé la gana.

—Pero debería descansar un poco...

—Es lo suficientemente testaruda como para negarse y- ¡bingo! —Shinpachi respingó ante su repentino vitoreo.

—¿Bingo?

—Tres capítulos fueron necesarios... pero por fin lo conseguí —Se levantó de la silla con una mueca de victoria y maldad en su estado puro mezclados—, conque el número de factura del mes pasado, muy inteligente (...), muy inteligente, pero no tanto como yo, muajajaja —Se atascó con su propia saliva y comenzó a toser desesperado en busca de aire.

—Gin, con esa cara pareces el villano de la serie, no sonrías más por favor.

—Me voy un momento Patsuan, un botín celestial espera por mí —dijo sin prestarle atención, caminando hacia la habitación con el pecho inflado orgulloso.

Por fin tenía en sus manos la contraseña para la caja fuerte, fue fácil con el desliz que ella había cometido la noche anterior, nueve, dos, siete eran los primeros números, lo único que coincidía con ellos era la factura del cangrejo que había comprado la última vez, (...) era algo psicótica con los gastos, así que llevaba un control de todas las entradas y salidas durante el mes. Resultó ser que el número faltante era cinco, y listo, podría desbloquearla a su antojo.

Una llamada telefónica interrumpió su regocijo.

—¡Patsuan, estoy ocupado, atiende por mí! —gritó ya sumergido en el armario. En el preciso segundo que introdujo los primeros dígitos, escuchó la horrorizada exclamación al fondo. Le extrañó esa reacción y cuando abrió los labios para preguntar si todo iba bien, Shinpachi entró como una impetuosa tormenta.

—¡Es (...)!

Su semblante cambió de inmediato. 

 

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La vida con un cabeza permanente |Gintoki Sakata|Lectora|Where stories live. Discover now