CAPÍTULO IV

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Ya era demasiado tarde, pero Yeon Woo no había conseguido dormir ni un poco. Pensaba seguidas veces en el príncipe Yi Moon, en lo divertido que era y lo bien que se sentía con él. Se preguntaba constantemente si el destino les permitiría estar juntos. Como si el príncipe se le hubiera insinuado... Pero la inocente muchachita pudo percibir la calidez en su mirar, sus pupilas grandes y dilatadas cada vez que esbozaba cualquier palabra. No se aventuraría a acoger tales pensamientos de lo contrario.

De pronto escuchó un murmuro en una grave voz masculina.

—Yeon Woo, Yeon Woo.

Se apresuró a levantarse sin hacer el más mínimo ruido en medio de la espesa oscuridad. Caminó despacio para no despertar a su pequeña hermana con quien compartía la habitación. A tientas logró salir de ella y llegar al lugar de dónde provenía la voz; el patio trasero de su residencia.

¿Acaso estaba soñando? El Príncipe Yi Moon, estaba ahí. ¿Cómo había logrado entrar? No lo sabía, pero estaba en su casa, vestido de soldado. Miró detrás de él la pirca de piedras. Probablemente había saltado.

—¿Alteza? —cuestionó sin poder creérselo.

—Shh, despertarás a todos.

Entonces el apuesto príncipe parado frente a ella no era producto de su imaginación...

—Alteza ¿qué hace aquí? —murmuró.

—Ven, vamos.

Sin esperar respuesta sujetó la pequeña mano de Yeon Woo. Le ayudó a escalar el muro rústico con mucha delicadeza para luego caminar bajo la luna llena. Estaba muy grande, e iluminaba más que cualquier otra noche. ¿Sería cómplice de los jóvenes enamorados?

Las calles por donde decidieron transitar eran angostas y discretas. A esa hora de la noche ningún alma se atrevía a salir de su vivienda.

¿Por qué surgía tanta confianza y complicidad cuando apenas se conocían?

Ella no daba crédito al extraño suceso. De haber sido más sensata, ciertamente no permitiría siquiera que él le rozara alguna hebra de su cabello. Sin embargo, presa de sus peligrosas sensaciones osaba a corresponder de aquella muestra de afecto. Mientras él daba señales de estar acostumbrado a las caricias y otras actitudes impropias.

En un atisbo de inquietud, a Yeon Woo se le pasó por la mente preguntarse si él no estaba casado ya. ¿Cómo no lo estaría? Si realmente se tratase del futuro rey, ¿cómo no pues estaría ligado hacia una mujer? Generalmente en su quinceavo año, las mejores doncellas entraban al palacio para disputar su lugar junto a él.

—Yeon Woo —habló salvándola de sus dudas—, la razón por la que vine es para informarte lo que mi padre decidió en la mañana con los ministros.

La muchacha parpadeó repetidas veces para decir:

—Pero alteza, ¿debo yo estar al tanto de semejante información?

—Por supuesto que sí. Escucha, en la tarde nos informaron que yo no ascenderé al trono directamente.

Iban a doblar la otra calle cuando dos guardias los interceptaron. Al instante se soltaron las manos.

Había pasado el toque de queda, por lo que no estaba permitido que ningún poblador anduviese en la calle. Sin embargo, uno de ellos reparó en la vestimenta del príncipe.

—Todos estamos trabajando ¿y tú estás holgazaneando con una mujer?

—¿Qué? ¿cómo te atreves a hablarme así? —respondió el príncipe indignado.

—¡Qué cinismo!

Yi Moon iba a contestar pero Yeon Woo lo detuvo.

—Alteza —susurró señalándole su vestimenta. Evidentemente había olvidado su disfraz.

UNA REINA©Where stories live. Discover now