CAPÍTULO VIII

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El príncipe deseaba bajarse y explicarle todo. Retroceder el tiempo y dejar de lado su cobardía, pero no podía, solo le quedó seguir adelante dejando atrás a su amada.

Quizás no la quiso con demasiada intensidad, quizá el tiempo fue demasiado corto.

Yeon Woo sentía sus piernas débiles, incapaces de sostener su cuerpo. Poco a poco y lentamente se dejó caer. Su hermana la sostuvo brindándole su fuerza, su fiel confidente la que nunca la abandonaría.

—Hermana, vamos a casa —susurró con lágrimas en los ojos. Lo que más temía había sucedido.

De regreso a su hogar ninguna de las dos fue capaz de decir una sola palabra. Ambas lloraron en silencio, y era mejor así, no era necesario decir nada.

Pronto anochecería, y sería la noche más triste y larga.

En el palacio.

Danzas, antorchas y un gran banquete esperaron a los recién casados. La sultana Hatice fue preparada por la dama de la corte para la primera noche matrimonial. Luego fue dirigida a los aposentos del príncipe Yi Moon.

Los dos permanecieron sentados frente a frente. El príncipe no dejaba de pensar en el triste rostro de Yeon Woo. Algo debía hacer, debía explicarle lo que sucedió.

"Debo verla lo más pronto posible. Deben estar todos distraídos, debo ir ahora".

Sin pensarlo más se levantó y salió de los aposentos.

—¡Alteza!, ¿a dónde va?, ¡alteza! —Hatice intentó detenerlo en vano—. ¿A dónde habrá ido? Como se atreve a dejarme en nuestra primera noche. Estoy segura que algo ocurre y lo voy averiguar. —Presionó con fuerza sus vestidos.

Entre tanto el príncipe sobre el lomo de su caballo fue en busca de la única mujer que quería.

En casa de Yeon Woo.

Ni siquiera había podido pegar los ojos. El príncipe no abandonaba sus pensamientos. Tantos momentos se fueron volando. ¿Algún día lo olvidaría?

—¡Yeon Woo!

La joven se puso de pie consternada. Aquella voz la puso nerviosa, golpeó su alma con dureza.

¿Realmente es él?

Presurosa salió de su habitación para constatar sus sospechas. Él estaba de pie frente a ella con los ojos tristes y el semblante caído.

—Ven, tenemos que hablar.

Sin decir una palabra, Yeon Woo le dio la espalda intentando entrar nuevamente, pero él la tomó de la mano y la llevó fuera para poder conversar tranquilamente.

—Yeon Woo debes odiarme ahora mismo.

Como respuesta ella soltó bruscamente su mano.

—¿Por qué alteza? —preguntó con ironía.

—He sido un cobarde. Te quiero, pero me obligaron a casarme con otra mujer.

—Es mi culpa.

—¿Qué? —preguntó sin comprender a que se refería.

—Es mi culpa por ser tonta y creer que podía casarme con un príncipe, tonta por creer en todas sus falsas palabras.

El príncipe sentía en su pecho un gran dolor. Qué cobarde se sentía.

—Perdóname Yeon Woo. Debí haber impedido este matrimonio, pero no lo hice, no fui capaz de luchar por nosotros. Lo siento mucho.

Las lágrimas caían una a una en sus fríos rostros.

UNA REINA©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum