9

251 39 18
                                    

Ya no era de día cuando se despertó en el sillón, con el cuello algo dolorido y un paquete de papas fritas reposando en su estómago. Lo último que recordaba era a Gabriel acariciándole el pelo y cómo lentamente iba cayendo a los brazos de morfeo. Se sentó, refregándose los ojos, buscando en todos lados por señales de Gabriel.

—¿Amor?— preguntó, en voz suficientemente alta como para que pudiese escucharlo si se encontraba en la cocina —¡Si venís te voy a hacer el pete de tu vida!— intentó, pero la casa se mantuvo en silencio de igual manera.

Agarró su teléfono que reposaba en la mesa de café, encontrando una notificación de Gabriel resaltando en sus mensajes entre las demás. La abrió aún con sus ojos sintiéndose pequeños y su cerebro todavía ralentizado por el reciente sueño.

no quería despertarte, bebé. me hicieron una oferta a la que no pude negarme, si necesitás algo, tocá el timbre rojo al costado de la puerta para llamar a Leo. te amo

Suspiró, algo enojado porque Gabriel hubiese decidido irse sin él. No le gustaba que fuese a hacer negocios sin su compañía, a pesar de que fuera lo suficientemente grande, se sentía como un guardián velando constantemente por él, cuidando de que nadie le tocara un pelo de más.

Bajó entre las notificaciones, observando que había un par de mensajes de su madre, hermanos y uno de Agus, que decidió ignorar hasta más tarde, cuando tuviese suficiente energía para lidiar con su vida pasada. No obstante, abrió un mensaje de un número que tenía sin agendar, con el ceño fruncido al no recordarlo de antes.

amuleto, tenemos una oferta de tres millones de dólares si te presentás en el domicilio que te mandamos, no hay que pagar inscripción, corre por nuestra cuenta.

Frunció el ceño, confundido ante tal oferta de dinero. Por lo general, no solían contactarse con él, siendo Gabriel quien organizaba cada reunión a la que asistían con un teléfono reservado para esas llamadas, aunque tenían su número en caso de no poder contactarse con él por alguna razón. Se dirigió a cambiarse mientras dejaba la cafetera encendida, buscando la extensión de la tarjeta de crédito que Gabriel le había hecho hacía menos de una semana.

No lo habría hecho sin su autorización si no supiera que su esposo no habría dudado dos veces en aceptar tal propuesta. Presionó el botón rojo, antes de ir a tomar su café, esperando la aparición de su chofer para que pudiera alcanzarlo a retirar el dinero antes de llevarlo a la reunión.

Agarró una tableta de chicles cuando escuchó que la puerta se abría, guardando el teléfono en el bolsillo de su saco a rayas blancas y negras, deslizando la tarjeta junto a él, y enredando sus largos dedos en los dos maletines aún vacíos, indicándole a Leo que lo ayudara con los cuatro restantes.

Llamaría a Gabriel apenas tuviera tiempo para hacerlo, necesitaba escuchar su voz, necesitaba que le dijera que estaría ahí para él, que dejaría cualquier otra cosa importante para correr a apoyarlo. Habían hablado seriamente sobre el tema la misma noche que decidieron sobre su destino de luna de miel, con un par de tragos demás y después de una sesión agotadora de sexo que los llevó a divagar sobre su futuro. No querían arriesgarse estando casados, era algo idiota y un poco cursi. Les había ido demasiado bien juntos como para tentar a la suerte, lo cual les pareció lógico, pero a ninguno de los dos les parecería lógico negar tal suma de dinero. Además de que su fecha límite había sido el regreso de su viaje, el cual recién comenzaría dos días después.

Su marido estaría de acuerdo, estaría ahí para apoyarlo, acariciarle la espalda y besarle los labios con cariño y suavidad, como si le transmitiera suerte y buenas energías.

Eso sucedería, por supuesto, si contestara el teléfono.

(...)

Después de unas cinco llamadas a las que Gabriel no contestó, ya se encontraba siendo escoltado por un par de guardias que acarreaban cuatro de sus maletines. Había estado en ese subsuelo un par de veces, pero nunca sin Gabriel, lo cual le recordaba a su primer día, en dónde se encontraba nervioso pero realmente desinteresado sobre el futuro de su vida.

Saturno. [Quallicchio]Onde histórias criam vida. Descubra agora