Un trato beneficioso

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—Un trato beneficioso—

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Recuerdo la primera vez que había tomado, apenas había cumplido los quince años, o al menos estaba a punto de cumplirlos. En ese entonces no conocía lo suficiente al vecino universitario  que vivía a menos de cinco metros de mi casa, no recuerdo con exactitud su nombre, solo que llegaba a altas horas de la noche con el rugido del motor de su carro demasiado viejo, amenazando con romper las venas de mi habitación y las ventanas de medio vecindario en su quinto sueño.

Él tenía un grupo, y no cualquier grupo de jóvenes demasiado tontos con deseos de verse  lo más asustadizos posibles. Era un grupo de universitarios que vivían al más puro estilo de libertinaje salvaje. Fiestas cuando quieran, donde quieran y a la hora que se les de la jodida gana.

Padecí bajo los estúpidos estruendos de mi vecino hasta la edad de los catorce, a unos pocos días de cumplir quince.

Pero todo dio un giro tan drástico que estaba seguro de que cualquiera que se acercara a mí lo notaría.

Mis padres justamente ese viernes no habían estado en casa, aunque prácticamente nunca estaban, y yo como el buen estudiante que había sido en ese entonces decidí hojear unas cuantas notas de idiomas.

Fue cuando el estruendo de cada fin de semana comenzó.

Maldije a mi maltratada suerte, pero sobre todo al incesante y molesto timbre de la puerta de entrada.  Tiré las hojas con brusquedad sobre mi escritorio y me levanté, casi derribando la silla —nada culpable—, en el proceso.

— ¿Qué quieres? —pregunté poniendo en cada letra todo el veneno que se me hacía posible.

—Hola Levi—me saludó con una sonrisa—Venía a…—

—Espera, espera…Déjame adivinar. Tu asqueroso baño está lleno de alcohol y personas teniendo sexo desenfrenado y tú necesitas, en serio, usar el baño con el propósito de cualquier persona normal y cuerda.

—En realidad venía a preguntarte si… ya sabes, querías unirte al fiestón en mi casa.

—No.

Empujé la puerta para cerrarla pero el pie de ese universitario descerebrado me lo impidió ¿Cuál era su maldito problema? Siempre pasaba lo mismo y yo siempre lo echaba con las mismas palabras.

—Apártate, hablo en serio. O llamaré a la policía.

—Solo una hora ¿sí? Prometo no hacer nada que no te agrade.

—Lo mismo dijiste la última vez ¿recuerdas? Y a mi mamá casi le da algo cuando amanecí en la puta cárcel. Ahora largo.

—Oye, oye. Nunca me preguntas porque quiero que vayas a mis fiestas.

—No te lo pregunto porque en realidad no me interesa.

—Todos quieren conocerte…—

—Te dije que no me interesa…—

—Todos quieren saber más sobre el chico de secundaria con el que salgo, Levi.

Fruncí en entrecejo y observé hacia el interior de mi casa, lo oscuro y solitario que se veía todo y la falta de algo…Algo.

Amor… o al menos un poco de afecto.

—Solo me quedaré un rato. Y si llegas a intentar algo te cortare las bolas y las pondré en un frasquito.

Amigos con DerechoWhere stories live. Discover now