No tengas miedo

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—No tengas miedo—

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*_EREN_*

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Al principio no me permití caer en la desesperación.

¿Cómo podía hacerlo frente a Armin y Mikasa? Después de todo eran de la banda, sabía perfectamente que nada les haría más felices que viajar como premio por nuestro esfuerzo. Por nuestros propios méritos.

No podría.

Levi también, en ese momento, parecía ser consciente de ello. Él sabía que me iría, me hizo prometer de una forma indirecta ir. Puede que haya sido porque le había comentado la meta de la banda en su totalidad o por el simple hecho de que sabe que ese tipo de oportunidades no llegan con la frecuencia que uno desearía.

Ese instante, en el que sentí su codo chocar contra mi brazo —signo de una llamada de atención—, lo miré de soslayo y pude entenderlo. El evitó mi propio arrepentimiento.

Seguramente piensa que si no voy, terminaré por cuestionar mis propias decisiones. Y busca de alguna forma hacerme entrar en razón.

Suspiré apoyando amabas manos en el borde del lavabo. En realidad, yo se lo dije. Estaba dispuesto a irme, estaba dispuesto a arriesgarme y viajar hacia lo que se supone es mi "sueño". ¿Pero luego qué? Se supone que cuando alguien siente de verdad deseos de realizar algo, hace todo lo posible para conseguirlo; no se rinde, incluso luego sueña con ello. Sueña con el día en el que se cumpla, realiza una historia entera con esa sola idea. Nadie podría bajarlo de esas nubes.

Porque después de todo es un sueño.

Entonces ¿Por qué me sentía así? ¿Cómo si fuera a tomar una decisión de la que luego me voy a arrepentir?

—Mocoso—dos golpes en la puerta del baño y la voz de Levi, me interrumpieron, dejándome con las contradicciones de mis ideas a medias. Cosa que Levi pareció intuir— ¿Terminaste de pensar o ese cerebro tuyo aún tiene muchos más cuestionamientos que formar?

Negué con la cabeza a mi propio reflejo al ver como esa sonrisa estúpida volvía a formarse en mis labios. Bien Levi, lo has logrado una vez más, con tan solo unas cuantas palabras en ese tonito propio lograste elevar mi ánimo. Tras soltar un suspiro, un poco menos tenso, quité el seguro de la puerta y salí. Topándome con sus ojos, y su típica mirada indiferente.

—Ya no quiero—murmuré inclinándome hacia él, sin dejar de ver sus labios. Pareció molestarse ante mis miraditas poco decorosas, lo digo porque enseguida su ceño se frunció y giró los ojos.

— ¿No quieres, que?...Deja de hacer eso—dio un rápido manotazo a mi mano serpenteando bajo el borde de su camisa—

—Ya no quiero pensar.

Hizo un sonidito de burla y se giró hacia la puerta de la habitación—Deja de hacerlo. Después de todo no debe ser difícil para ti. Como en la mayoría del tiempo no pareces pensar del todo, por no decir que simplemente no haces el mínimo intento de hacerlo...—

No me importaba si luego era asesinado. Cerré los ojos inhalando ese aroma a café de su cuello y metiendo ambas manos bajo su camisa, rozando con una paciencia que no sentía del todo, su abdomen plano y suave. Lo escuché quejarse enseguida y lo único que se me ocurrió fue seguir caminando hasta tenerlo entre la pared más cercana y mi cuerpo.

Amigos con DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora