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Observaba a las personas llegar al gimnasio y sentarse en las bancas: Niños, jovenes, adultos, amigos y familiares. Mientras más llegaban, más nerviosa se sentía. Era normal. Antes de empezar cualquier juego se sentía de esa manera. Pero estando ya en la cancha esos nervios se transforman en agresividad y deseo por ganar.

Ambos equipos estiraban sus músculos mientras escuchaban a sus entrenadores darles órdenes y consejos sobre cómo jugar esta noche. No era un partido amistoso y de poca importancia. Era la semifinal del partido de voleibol femenino de Seúl. Las Guerrreras habían logrado vencer a varios equipos de distintas escuelas de la ciudad. Sin embargo, si lograban pasar a la final, competirían contra Las Panteras, el mejor equipo femenino de voleibol de la ciudad.

Les dieron cinco minutos al equipo de Las Guerreras para que corran por la cancha y saluden a las personas que hayan ido a verlas.

Jennie echó un vistazo a todo el lugar y solo pudo divisar a sus padres y a su pequeño hermano ya sentados en las bancas. Al verla la saludaron con energía, y ella respondió de la misma forma. Amaba que su familia estuviera presente en sus juegos. La motivaba más y se sentía apoyada por ellos.

No obstante, había una persona en especial que deseaba que estuviera presente.

─¡Bienvenidos, estudiantes y familiares de la secundaria de Seúl! ─El animador del partido, un chico de último año, habló por el micrófono mientras la mascota de la escuela, un gladiador, estaba a su lado─. ¡Vamos, animen conmigo a los equipos!

Y de esta manera tanto el chico como la mascota comenzaron a bailar mientras el primero cantaba para dar ánimos. Las personas lo seguían y el gimnasio se llenó de un ritmo de pisadas, aplausos y voces animadoras.

─Acaben con ellas ─les dijo el entrenador y todas asintieron.

Hicieron su saludo y se colocaron en posición, cada equipo a cada lado de la red. Jennie se posicionó como delantera central y se apoyó con sus manos en sus rodillas. Miró fijamente a la delantera central del otro equipo, una chica rubia teñida y de ojos oscuros. Sonrió con arrogancia, para atemorizarla, pero esta solo le devolvió la mirada, aunque eso no le afectaba a Jennie.

El partido comenzó suave, como mayormente solía ser, pero poco a poco comenzaron a volverse muy competitivas. Jennie dio un gran salto y remató, pegándole con fuerza a la pelota y logrando que esta cayera directamente hacia el suelo. Su contrincante no tuvo el tiempo ni la ágiles de bloquear.

─¡Whoooo! ─el público exclamó con emoción.

Jennie sonrió con superioridad y volvió a apoyarse en sus rodillas mientras esperaba por su turno para atacar.

Cuarenta minutos después Las Guerreras habían ganado dos sets. Solo les faltaba uno más para terminar el partido y pasar a la final. Continuaron dándolo todo y siendo agresivas. ¿Qué decir? Pegarle a un balón era una gran forma de dejar salir la ira y el estrés. Mejor dejarlo libre haciendo deporte que en la vida cotidiana.

Sin embargo, el otro equipo sorprendentemente comenzó a ser casi igual de agresivas y ágiles, logrando así ganar cinco puntos seguidos. La rubia frente a Jennie le sonrió con superioridad.

Oh no. Eso sí que no lo soportaba.

─¡Vamos, Guerreras! ─Esa voz, esa animada voz que tanto conocía y que le encantaba logró ponerle la piel de gallina.

Desvió su mirada al público, y en la entrada del gimnasio, junto al equipo de baloncesto, lo vio. Él le mostró una gran sonrisa y los pulgares en alto.

─¡Guerreras, whooo! ─gritó todo el equipo masculino con aplausos, apoyando a sus "hermanas".

Jennie volvió a mirar a la chica frente a ella, y no le quitó la mirada hasta que tuvo que dar un gran salto y pegarle a la pelota con todas sus fuerzas. Cuando cayó sobre sus pies se cubrió la boca ante la sorpresa: La pelota le pegó justo en el rostro a la otra chica. Esta se encontraba tirada en el suelo gruñendo del dolor.

Jenga {Hanbin & Jennie}Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon