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El reino sobre la tierra, un lugar prospero y brillante, hermoso y perfecto, de nombre Asgard. Conocida por sus enemigos como la ciudad de oro. Gobernada por Odín, y hace siglos por su padre.

Como todo reino, tenía un enemigo muy fuerte. Seres que habitaban el oceano, tan feos que daban pesadillas, y tan malvados que se decia que en sus ojos rojos se reflejaba la muerte.
Algunos decían que esos seres tenían la cabeza de un enorme tiburón capaz de comerse a un asgardiano de un bocado, su saliba era tan venenosa que podia matarte en segundos. Otros decían que se mostraban como seres hermosos para seducirte y luego matarte, por lo que no habian mostrado su verdadera forma hasta ahora.

- Te lo juro, Thor - decía un rubio de cabello corto entre sorbos de cerveza - El primo del amigo del tío vió uno y logró escapar antes de que se lo comieran -.

- No te creo, estas mintiendo - respondió el rubio de cabellos largos con una sonrisa burlona en sus labios.

- No me creas si no quieres, yo sólo te digo lo que me dijeron a mí - responde al terminar su bebida para, posteriormente, levantarse e ir a pasear por el jardin del castillo.

Thor no iba a creer en esos cuentos, leyendas hurbanas, mentiras o falacias, como prefieran decirle. Había escuchado tantas versiones que ni siquiera creía que existían.
El pensaba que eran un invento para asustar a los niños y controlar la pesca.

- Si creyera cada cosa que dicen sería un completo ignorante - murmura para sí mismo antes de darle un largo trago a su bebida para acabarla por fin.

Thor era el segundo hijo de Odín, conocido como el primogénito perfecto, como futuro rey de Asgard. Podía ser descripto como un rayo de sol, siempre tan radiante incluso en los peores días. Siempre positivo y dispuesto a ayudar a los demás.
Todos lo amaban después de la decepción que resulto ser su hermana Hela. Sus padres le contaron que un día se volvió loca, quizo destruir Asgard y el océano sin dar un motivo razonable.

El rubio se levantó dejando la jarra a medio terminar en el banco donde anteriormente estuvo sentado su amigo.

- Conozco cada rincon de Asgard, todos sus secretos, y aún así me siento tan pequeño, tan ...ciego - habla para sí mismo acercándose el borde del jardín, justo en el precipicio que daba al mar. Se sento en el borde de tierra dejando sus pies colgar - Si yo me lanzara al agua en este momento, ¿Volveria nadando a la orilla?¿O seria devorado por criaturas míticas? - se preguntaba viendo las olas. La forma en la que se movían hasta la orilla, el sonido que hacían al chocar con las rocas, todo parecía tan hermoso hermoso pero injusto.
¿Por qué él, príncipe de Asgard, tenia que mantenerse sobre metros del agua?, ¿Por qué él, guerrero y lider de las tropas de su reino tenía que temerle a criaturas que ni existían?

- Hijo, sabes que a tu padre le molesta que estés en los bordes del precipicio - la dulce voz de su madre lo saco de sus pensamientos.

- Madre - la llamó - ¿A qué le tememos? - preguntó viendo el azul del cielo que tanto parecido tenía con sus ojos.

- A lo que no podemos controlar - respondió la mujer con una cálida sonrisa. Ella sabía que la curiosidad de su hijo no acabaría ahí. - Ahora debemos volver, tienes obligaciones que cumplir -.

El rubio se levantó, sacudió su ropa y le dedicó una ultima mirada al mar que se extendía hacia el océano y de allí a quien sabe donde. Muy a su pesar abandonó ése pacífico lugar, el cual habia sido su favorito desde que tenía memoria.

- Madre - volvió a llamarla mientras caminaba a su lado - ¿Creés que padre me deje ir al mar algún día? - sabía que la respuesta era negativa, pero soñar no cuesta nada.

- No, hijo - respondió Frigga en su usual tono maternal, el que siempre empleaba en su niño - Tu padre odia el océano -.

- Dije mar, no oceano -.

- Para el no hay diferencia, estás en peligro si pones un pié en el agua - advierte con un todo de voz sério pero una cálida mirada.
Thor no dijo nada más, no volvió a tocar el tema con nadie, sólo se dedicó a realizar sus aburridas tareas de realeza. Clases de mágia, entrenamiento, algo de historia, y cosas que ya no le importaban pues siempre repetían lo mismo; cómo ser un buen rey.

La rutina le agotaba.

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