Abraham's daughter

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En su primera vida, ella lo salvó de ser decapitado.

Abraham tomó la mano del joven cuyos ojos se encontraban vendados y lo guió a la colina más apartada. Mientras su hija se escondía entre los arbustos y los observaba, no se atrevía a respirar, estaba tan quieta.

Muerte. Era tradición en el pueblo sacrificar al séptimo hijo del séptimo hijo cada siete ciclos lunares. Así aplacaban la ira de Yavé y le rendían pleitesía, renovaban su fe. Eran un grupo numeroso, de manera que nunca faltaban candidatos; por el contrario, debían organizar un sorteo público para determinar quién sería la ofrenda. En aquella ocasión, el elegido era Wallace, hijo de Isaac, un joven pelirrojo con ojos verdes que tenía la piel cubierta de pecas.

Una vez Abraham, el líder de la comunidad, se hubo retirado, el verdugo apodado Ángel puso de rodillas al elegido, expuso su cuello y tomó su hacha, con lágrimas en los ojos. Wallace era un joven muy conocido -y querido- entre el pueblo, iba a ser extremadamente doloroso ponerle fin a su vida.

- ¡Alto! -la hija de Abraham alzó su voz al tiempo que salía de su escondite.

Wallace se mordió el labio; Ángel inspeccionó detenidamente a la joven que tenía delante. Contextura delgada, pero no por ello carecía de músculos. Vestía una túnica y unas sandalias muy sencillas. Su larga melena rubia iba trenzada y colgaba por sobre su hombro derecho. Sus ojos era azules grisáceos o grises azulados, nunca fue muy bueno dando nombre a los colores. Y lo más importante de todo: llevaba un arco y un carcaj. 

- ¿Cuál es vuestro nombre?

- No tengo.

- ¿Cómo es eso posible?

- Mi padre nunca me dio uno.

Estas palabras bastaron para que Ángel comprendiera que su padre era Abraham. Era información de dominio público que el líder quería un hijo varón y al no tenerlo, repudiaba a sus hijas, negándoles el derecho a un nombre.

- Dejad ir a la ofrenda. Ahora.

- Me temo que no es posible. Tengo un deber que cumplir ¿Cómo lo explicaría a los demás?

- Podéis decir que amenacé con asesinaros -dijo con firmeza mientras tensaba el arco, apuntando la flecha en su dirección.

- ¿Cómo osas, niña, a desafiar la voluntad de tu padre? Mejor dejad que el joven Wallace se encuentre con el Señor.

La hija de Abraham dejó de contener la respiración y con ello soltó la flecha, que rozó la oreja izquierda del verdugo, haciendo que sangre manara de esta.

- La siguiente atravesará vuestro corazón.

Ángel soltó el hacha y levantó sus manos en señal de rendición. Un paso hacia atrás, luego otro. Dio media vuelta y echó a correr. De regreso al pueblo, supuso ella, para contarle a su superior lo acontecido.

- No tenemos mucho tiempo antes que el resto se entere -se arrodilló y le quitó la venda a Wallace- será mejor que nos marchemos cuanto antes.

- Os debo la vida. No me alcanzan las palabras para agradeceros. Lo que habéis hecho por mí...

- Es condenaros al exilio. Ahorraos la palabrería. Esta loca costumbre de asesinar en nombre de un dios indiferente... eventualmente alguien debía ponerle fin -habló sin dejar de caminar.

- De acuerdo, al menos podéis decirme cómo se supone que debo llamaros. "Hija de Abraham" es algo largo y poco práctico -Wallace dio pasos largos para alcanzarla y avanzó a su ritmo-. Estaba pensando en "Artemisa". El arco, la flecha. Además la diosa griega pertenece a una religión politeísta, se opone al culto a Yavé.

- Me gusta -decidió Artemisa-. Supongo que será mi nombre a partir de ahora.

Bajo los colores del ocaso, ambos jóvenes caminaron lejos del único hogar que alguna vez conocieron.



Too young for thisWhere stories live. Discover now