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Sus ojos miraban perdidos al cielo, admirando las nubes quienes iban y venían con lentitud, guiadas por el viento. La brisa fresca acariciaba su rostro, dándole un leve relajo a su aturdido ser.

Un suspiro entrecortado salió de sus labios intentando aflojar la terrible presión que amenazaba con ahogar su garganta. El amargo sabor, no se iba de su boca aumentando sin duda su terrible malestar, pues aún estando en aquel lugar que solía darle calma, solo acrecentaba más la tortura que su mente le daba.

Desvío su atención del cielo para mirar a su costado, esta vez analizando aquella flor exótica que permanecía a su lado. No se había dado cuenta de el hasta ahora. Pétalos color verde agua casi invisibles que manchaban el blanco de esta, que bailaba al compás de la brisa.

Su mente inevitablemente volvió a divagar en aquellos recuerdos que pretendía no revivir y su cuerpo se sintió pesado al extrañar ese tacto en su mejilla que las manos de su amada solía regalarle.

Sus suaves labios que le daba vida cada vez que los posaba con los suyos y sus ojos que dejaban apreciar algo más hermoso que el Edén y el mismo universo.

Cerró sus ojos con fuerza, queriendo disipar aquello que solo empeoraba su estado.

Sin embargo, aunque le quedaba algo más.

Se lo había prometido y por ella, sufriría en aquellos momentos, solo para verla feliz.

Solamente por ella, ocultaría sus sentimientos por una sonrisa falsa. Una más de las tantas que hacía.

La única diferencia era que… Esta le hacía daño.

—¡Kirishima! —exclamó la joven con alegría, yendo para abrazar a el chico— que bueno que has venido, me estaba preocupando

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—¡Kirishima! —exclamó la joven con alegría, yendo para abrazar a el chico— que bueno que has venido, me estaba preocupando.

Como lo había practicado, formó en sus labios una ligera sonrisa que nuevamente usaría de máscara para esconderse. Correspondió a su abrazo como normalmente lo hacía. Una de sus manos libres, fue subiendo hasta por arriba de su cabeza, acariciando con cuidado aquel suave cabello.

—Siento tardar, _________… —respondió en voz baja— te ves bien…

—¿Oh? ¿En serio?

Una radiante sonrisa apareció nuevamente en sus labios y sus ojos que brillaban con más intensidad que nunca, tanta que con solo verla le hacía sentir que podría hacer desaparecer su existencia.

—Claro que sí, siempre te ves bonita hombre —le dijo acariciando levemente su mejilla—. Ya es hora, vamos.

Sus pasos eran pausados

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Sus pasos eran pausados.

La música que ocupaba todo el lugar, ayudaba a los jóvenes para no perder el ritmo. Los invitados quienes esperaban parados a cada costado, con una alergia latente.

Él, solo tenía su vista al frente, manteniendo como siempre su imperturbable sonrisa.

Sintió un apretón en su brazo, por lo que giró para verla a ella. Hermosa, quien mostraba en sus bellos ojos una pizca de miedo e inseguridad. Apretaba el brazo de aquel joven buscando apoyo.

—No me dejes caer.

—Nunca lo haría.

Y así fue, como él llevó a la novia hasta aquel altar.

Observó como aquella chica con apariencia de una delicada princesa tomaba la mano de otro hombre, mientras que él debía desechar sus sentimientos y corazón. Los minutos, horas pasaban torturándolo como dagas en su espalda al verla feliz, sonriente, alegre, nerviosa. Como deseaba que sea él quien provocara eso en ella.

Pero no era así, pues muy a pesar de todo él solo buscaba la felicidad de la joven.

Muy a pesar de todo, él tendría que conformarse con eso, pues…

A pesar de todo, su sonrisa ya era de alguien más.

Y así, los novios hicieron su juramento de amor, recibiendo aplausos por parte de todos los invitados. Menos de uno.

Quien salió a fuera ya sin poder soportar verlo más, no pudo evitarlo.

Recostado en un solitario prado, miraba el cielo mientras unas inevitables lágrimas escapaban de sus ojos y las flores color verde agua danzaban al ritmo del viento.

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Kirishima escenarios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora