Tyler

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Desperté por el sonido de las pisadas. Mire por la rota ventana, aun no había anochecido. Cogí el cuchillo al lado de mi cama. No era normal el sonido hasta que anochezca, entonces solía despertarme. Ande lentamente por la vieja casa, evitando todo tipo de sonido, los pasos estaban cerca, muy cerca. Vi a la persona de espaldas rebuscando entre donde estaba la comida. Al momento reconocí aquella persona por lo que baje el cuchillo.

—Otra vez que casi me apuñalas, Tyler? Cada vez que me despierte temprano actuaras así como un loco?— dijo Liz, mi mejor amiga y hermana de otra sangre. Quizás actuara a veces exageradamente, pero así estaría listo si algo realmente pasa.

—Podrias ser un ladrón que va a acabar con la comida que nos queda, no?— dije levantando una ceja y guarde el cuchillo. La chica solo rió y se fue negando con la cabeza, ya solo suspire y mire el tatuaje que tenia el brazo, lo odiaba totalmente, me lo tatuaron a la fuerza como recordatorio y no podía soportar su existencia, odiaba todo lo que me recordaba a mi yo de entonces a por lo que estoy aquí tirado, y este maldito tatuaje solo me recuerda eso. Ojala pudiera arrancarlo de mi piel. Solo negué para borrar esos pensamientos de mi cabeza, no es bueno que lo vuelva a intentar, no otra vez.

Comí un poco de pan y salí de la habitación en la que estaba. Fui a donde yo trabajaba y me puse a afilar los cuchillos, espadas y demás, tenían que estar perfectas para venderlas. Talle los mangos de madera como mi padre me enseño con tanto esmero, era un momento de paz para mi, volver a esos tiempos en los que solo era un niño y ayudaba a mi padre a hacer las armas, antes de que toda la crisis empezara antes que... Volví a negar, no podía permitirme pensar en todo mi pasado, solo los buenos tiempos, no lo que paso después.

Tras un rato Liz entro en el cuarto en el que estaba, yo seguía distraído con mi trabajo, con mi mente vagando en diferentes temas.

—Ya se abrió el mercado, vamos!— dijo la chica haciéndome dar un respingo. Recogí las armas en una bolsa, todas en sus fundas, no podían perderse ni cortar a alguien. Salimos a la calle, la noche bajaba las temperaturas, un frescor agradable para ser el desierto del Páramo, comúnmente el calor se mantenía por el día y la noche, aunque suele ser raro en comparación a otros desiertos, así era.

Tras un paseo tranquilo llegamos al mercado; en si estaba formado por unas mantas en el suelo de una plaza donde ponía la gente los diferentes productos artesanos que había. Me sorprendía toda la gente que se había organizado para crear esta especie de mercado, se notaba los esfuerzos de varios de hacer la vida lo mas similar posible a lo que era antes de que los expulsaron, antes de ser unos tirados... Por que querrían reproducir esa vida? Al menos por mi parte no es que fuera lo mejor del mundo, la vida en las ciudades de Blarien no es que fuera tan tranquila como la de la ciudad del Páramo. Pusimos una manta en el suelo y dejamos las armas, Liz se fue con el dinero a comprar las provisiones y yo solo me quede vendiendo las armas creadas por mi.

Historia de los reinos: rebeldesWhere stories live. Discover now