Capítulo 08 | Olvidada

Comenzar desde el principio
                                    

Como sanguijuela se adhirió a mi anatomía, sus labios volaron a mi cuello, al igual que una vampiresa, al igual que todas; no había nada interesante o nuevo.

Carly emanaba un olor agradable a vainilla, su cabello siempre olía delicioso, y sus curvas perfectas encajaban cual rompecabezas en mi cuerpo. A su lado todo era así, todo encajaba, supuse que solo yo lo había sentido de aquella forma.

Levanté los ojos, mi corazón palpitó desenfrenado cuando la ubiqué mirándome desde la barra, su mirada brillaba y relampagueaba al mismo tiempo. Me dio una sonrisilla de lado y, posteriormente, se giró en el banco para darme la espalda.

Dejé de mirarla, intenté controlar el disgusto concentrándome en la chica entre mis brazos, pero no lo logré. ¿Había entendido todo mal? Quizá iba en serio cuando había dicho que no me quería y lo los besos sucedieron debido al alcohol.

—¿Y si vamos a un lugar más privado? —murmuró la rubia, ni siquiera sabía su nombre. Me debatí mentalmente, la tristeza corrió por mis venas cuando me di cuenta de que Carlene no me haría una escena, no se pondría histérica porque no se sentía de esa forma por mí, había malinterpretado todo. Necesitaba sacar sus palabras que continuaban clavándose en mi corazón como estacas.

—Sí. —Sonrió, tomó mi mano y me condujo fuera de la multitud. Antes de salir murmuré:

—Necesito hacer algo antes.

Me encaminé hacia Carly, quien al parecer encontraba entretenida su pajilla, ya que no dejaba de mover los hielos con ella. Toqué con la punta de mi dedo índice —deseando, en realidad, besarla— su hombro. Me miró con curiosidad.

—¿Me esperas aquí? Regresaré. —Sus pupilas pasearon y se clavaron en la mujer a mi lado, no logré descifrar lo que pensaba. Se estaba escondiendo de mí, y siempre que lo intentaba lo lograba. La rubia apretó mi antebrazo intentando llamar mi atención.

—De acuerdo —murmuró asintiendo.

La esperanza de que me arrebataría de los brazos de la loba se esfumó y me hizo soltar todo el aire que guardaba en mis pulmones. Sin decir nada más, me di la vuelta.

—¿Esa marimacha es tu novia? —La voz chillona de mi acompañante amenazó con perforar mis tímpanos, sentí la necesidad de mandarla a la mierda porque la había ofendido, pero no dije nada.

Deseaba poder decir «sí, ella es mi chica, esa mujer hermosa es solamente mía».

—No —solté tajante y malhumorado.

Caminamos hacia la camioneta de mi padre en un silencio que fue interrumpido por los traqueteos de sus tacones. Me dejé llevar y seguí sus indicaciones.

Una vez dentro de su departamento supe que se llamaba Mary, que amaba mucho a su ex, quien la había engañado con su mejor amiga. Ambos compartimos anécdotas, mientras tomábamos tragos de vodka y reíamos. Ella me aconsejó, con el semblante descompuesto por el alcohol, que no me diera por vencido porque amores como el mío merecían ser bien recibidos.

No recuerdo mucho más después de eso.

* * *

Miré el reloj en mi muñeca de nuevo, la gente a mi alrededor se estaba yendo, partiendo a sus hogares, o como él, a alguna cama para revolcarse como animales.

¡Estaba tan molesta!

No vi el amor que había dicho que me tenía mientras bailaba con esa chica. Al final yo había tenido razón, solo habían sido las hormonas y la confusión; como Tarzan, estaba segura de que, si Jane no hubiera aparecido en la selva, se habría apareado con un gorila o un coco, yo qué sé.

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora