36.

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j u l i e

Estaba pasando.

-¿Tienes miedo?- me preguntó el doctor Finch y yo negué la cabeza con los ojos llenos de lágrimas.

-Para nada- intenté sonreír, pero no funcionó-. ¿Cuánto tiempo tengo?

-Una semana, a lo mucho.

-Bien- asentí y el doctor tomó mis manos, él también tenía los ojos acuosos.

-Eres una chica fuerte, Jules.

-Lo sé.

-¿Él ya lo sabe?

-No- negué con la cabeza-. Esta decisión es mía, ¿verdad?

-Solo tuya.

-De acuerdo- me levanté con dificultad de la silla en la que me encontraba y el doctor Finch me ayudó a dar mis primeros pasos hacia la puerta de su consultorio.

-Quiero que me llames apenas surja algo.

-Lo haré- lo abracé-. Muchas gracias. Por todo.

Salí de su consultorio y me tomó unos kilómetros llorar el mar que tenía dentro para luego secar mis lágrimas con el vestido que llevaba puesto y esperar a que el hinchazón de mi rostro bajara. Me dirigí a casa tomando el camino por la playa y una vez en el porche trasero que daba a la habitación de mi abuela, vi por el vidrio a Mike con Katrina dormida en sus brazos. Él la dejó recostada en la cama y al mirarme, me sonrió.

-Hola- murmuro él besando mi mejilla y cerró la puerta de vidrio detrás de él-. Ella... Me contó lo de Sam.

-Todo es tan injusto- mi voz se quebró y rompí la promesa que había hecho conmigo misma y me puse a llorar.

-Jules...- Mike me abrazó-. ¿Qué sucede?

-Nada, solo... Prométeme algo.

-Lo que sea- él se separó y tomó mi rostro entre sus manos.

-Prométeme que vamos ayudarla a que tenga ese final feliz que tanto merece.

-Jules... Claro que lo tendrá.

-Prométemelo.

-Te lo prometo.

-Las cosas pasan por algo, Michael. Lo sabes, ¿verdad?

-Sí.

-Bien- tomé su mano y la lleve a mis labios para besarla.

k a t r i n a

No tenía ni idea de cómo había llegado a la cama de los abuelos de Julie, ni si quiera recordaba haberme quedado dormida mientras veía la televisión con Mike, pero al oír la risa de una mujer me desperté de golpe y me di el susto de la vida cuando vi a Julie ahí mirándome junto a una mujer bastante mayor.

-Kat, esta es Tess, mi abuela- me la presentó ella y yo salí de la cama tan rápido como pude.

-Lo siento, no tenía ni idea...- le dije a la anciana que había visto ya en fotos antes y ella volvió a reírse.

-Descuida, Julie me habló mucho de ti- ella estrechó mi mano-. Es un placer tener una americana y además escritora aquí en casa.

-Gracias a usted- le dije con una sonrisa-. Si hubiera sabido que vendría hoy hubiera ordenado todo y...

-Descuida, mi niña- ella tocó mi mejilla-. Por mí estaría bien que te quedes en esta habitación, pero el gordinflón de mi esposo dudo que quepa en el sofá.

Prohibido SoñarOnde histórias criam vida. Descubra agora