8.

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-Oye, Katrina. A ti te va bien en lengua, ¿verdad?- me preguntó Charlie una vez que llegamos a la biblioteca.

-De hecho, creo que es la única materia en la que soy buena- asentí-. ¿Por qué?

-Porque hoy me dieron un ultimátum y si no paso el examen de mañana tendré que tomar clases extra con un tutor para poder graduarme- él hizo una mueca-. ¿Te importaría...?

-Adelante, copia todos mis apuntes- le di mi mochila.

-Eres la mejor- él me abrazó-. Estaré en la cafetería del segundo piso, ¿sí?

-Y yo estaré... Por ahí. Cualquier cosa me buscas.

-De acuerdo- Charlie se despidió de mí y me dirigí al tercer piso para empezar a ordenar la zona infantil.

Esta solía ser la más desordenada, pero como aún era bastante temprano, estaba vacía, así que no sufrí mucho colocando los libros que encontré por ahí tirados en su lugar. Mientras lo hacía, me entretuve ojeando uno que otro cuento hasta que me topé con uno cuyo título me llamó la atención, pero aún más el nombre del autor, entonces lo metí rápidamente en su sitio.

Me habían invadido las ganas de llorar, así que dejé la zona infantil y el tercer piso para dirigirme al último y aunque no encontré a Sam, sí que encontré un montón de libros en la mesa dónde él siempre solía sentarse. Me acerqué y empecé a recoger uno por uno mientras leía de qué trataba cada uno de ellos, cuando de pronto, me asustaron por detrás.

-Dios mío, Sam- me llevé una mano al pecho una vez que él apareció riendo delante de mí-. Creí que te habías ido y dejado todo esto aquí.

-Pero si ni siquiera empiezo- él me quitó los libros que tenía en los brazos y los volvió a colocar en la mesa junto con los que él acababa de traer.

-¿Medicina?- inquirí-. ¿Eso es lo que piensas estudiar?

-Sí- asintió-. ¿Cómo lo sabes?

-Veamos, estos libros son de anatomía, fisiología, patología y bueno, todo lo que termina en –ía. Un poco obvio, ¿no?

-Bueno...

-¿Acaso los entiendes?

-Más que los que tengo en mi casa, sí.

-Ah, cierto que tu papá es doctor- recordé.

-Sí- Sam frunció los labios-. ¿Y tú? ¿Qué piensas estudiar?

-No lo sé- encogí los hombros-. No quiero pensar en eso aún.

-¿Por qué?

-Porque apenas tengo diecisiete y es imposible saber a esta edad qué es lo que uno quiere hacer por el resto de su vida.

-¿Acaso no hay nada que ames?

-Pues...

-¡Fontana!- exclamó la señorita Maggie a lo lejos-. No te pago para que pierdas el tiempo coqueteando con chicos.

-Otra vez con lo mismo...- mascullé-. Mira, parece que Summer se reencarnó en una vieja gruñona.

Sam se empezó a reír y lo dejé atrás para acercarme a la bibliotecaria que tanto me adoraba (nótese el sarcasmo).

-Va a la escuela conmigo, señorita Maggie, y sólo le pedía que deje los libros en su lugar una vez que haya acabado de estudiar.

-Pero si ese niño es el más ordenado que hay por aquí- me respondió ella-. Lleva años viniendo y nunca ha dejado un libro regado.

-¿Años?

-Sí, al menos unos dos o tres- la señorita Maggie asintió-. ¿Qué tienes? Pareces consternada.

Prohibido SoñarWhere stories live. Discover now