4.

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Y así fue.

Durante dos largos meses, Sam no paró de hacerme "bromas" pesadas a lo que pronto la consejera escolar denominó bullying y aunque múltiples veces lo llamaron a la dirección, no dejé de ser su juguete favorito. Por cada día que pasaba, se me hacía más difícil levantarme de la cama y aunque las ganas de ir con tía Mel y decirle que no pensaba volver a Santana (St. Ana) eran infinitas, no quise sumar un problema más a todos los que ya le había causado desde que empecé a vivir bajo su techo.

Era jueves y me encontraba en matemáticas, la última clase del día. Tenía muchas razones para odiar aquella materia, ya que no solo era pésima con los números, sino que también la compartía con Sam y era imposible concentrarme con él pateando mi asiento por detrás. Sin embargo, esta vez no era él el problema, sino un tipo a mi lado que oía heavy metal a todo volumen y aunque el profesor estaba al tanto de ello, parecía estar acostumbrado y muy cansado como para molestarse si quiera a reprocharlo.

Por suerte, la clase terminó al cabo de veinte minutos y a eso de las cuatro de la tarde ya me encontraba en el sofá de la sala junto a Tommy y Bea viendo nuestro ridículo reality australiano.

-¿No deberías estar ya camino a la universidad?- le pregunté a mi hermana que rehacía su manicure por tercera vez con toda la paciencia del mundo.

-No- respondió Bea-. Aún no me decido, ¿qué color me queda mejor, azul cielo o azul océano?

-Azul cielo, aunque... ¿Acaso no las llevabas ya de ese color?- hice una mueca.

-Las llevaba azul pastel, Katrina.

-Es lo mismo.

-Pero por supuesto que no.

-Que sí.

-Que no.

-Que sí.

-¡Que no!- exclamó y yo encogí los hombros.

-Como digas- le di la razón, pero una vez que acabó de pintarse ambas manos, me la devolvió a mí.

Beatrice, o cómo todo el mundo la llamaba, Bea, tiene dieciséis y a pesar de ser un año menor que yo, me supera a mí y a cualquier adulto promedio en cualquier cosa que se proponga. De veras, no lo parece ni nada, pero es una súper dotada que gracias a las institutrices adelantó un par de años y se graduó de la escuela antes de lo normal. Es por ello que ya estaba en la universidad, la habían admitido antes del incidente de papá y le permitieron continuar luego, pero con una beca por sus excelentes calificaciones.

Y lo mejor de todo, era que la muy suertuda se iría a vivir al campus.

-¿Y? ¿A qué hora te vas?- le volví a preguntar ansiosa y Bea soltó un suspiro.

-Ya veo que me vas a extrañar- dijo sarcásticamente-. Apenas tía Mel y Pat regresen de su terapia en pareja, me dejarán en casa de Lena y juntas iremos para allá.

-¿Lena?

-La chica que conocí en la biblioteca y que irá a la misma universidad que yo.

-¡Vaya coincidencia!- ahora fui yo la sarcástica-. Que suerte tienes, Bea, de veras.

-Si, ¿no?- volteó a mirarme-. Tengo tanta suerte que los próximos meses me la pasaré quemándome las pestañas o de lo contrario me cargaran una cuota de medio millón de dólares que tendré que pagar durante el resto de mi vida.

-Ay, no me refería a...

-La vida no es sencilla, Katrina.

-Eso lo sé.

-Lo que me recuerda... Hay algo que debo decirte.

-Suéltalo.

-En privado- ella miró a Tommy, así que me levanté del sofá y ambas nos dirigimos a su habitación.

Prohibido SoñarWhere stories live. Discover now