0000 - Genus.

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El polvo picaba en su nariz cuando salía de los escombros. No veía con claridad, la ciudad era un mar de humo y miseria. Sus oídos zumbaban por el eco de las bombas y disparos que llovieron sobre Coleum. Los antes enormes rascacielos dorados ahora eran esqueletos tambaleándose en el rocío del amanecer.

Quería llorar, fuerte y alto. Por la noche , cuando despertó, solo había fuego y muerte detrás de la ventana. Mamá y papá, reyes de Vesperum, le dijeron que esperara por ellos en el escondite bajo su cama. Él lo hizo, él fue obediente aún cuando todo se desplomó. Ahora sólo veía gris y enormes serpientes de fuego siseando en el cielo.

Descalzo salió entre los huecos de escombros que quedaron. Su mano tocó un charco que parecía de agua, pero al salir y querer levantarse miró la tinta roja por toda su piel, no era agua, era sangre.

Por la avenida principal de la ciudad corría un río escarlata que iniciaba en el templo a los dioses. Los árboles bebían la muerte esparcida por la tierra fértil. Tambaleó al levantarse. Astillas de vidrio se clavaron en sus pies, pero a Jeongguk no le importó. Él quería hallar a sus padres.

— ¡¿Mami?! ¡Papá!

Eco. Nada, ni una respuesta, solo el silencio y él. Ni un lamento. Ya no se oían llantos.

Lágrimas cayeron rápidamente por sus mejillas mientras caminaba por la alameda, mirando todos esos cuerpos caídos, con terror tallado en sus rostros para siempre. Tropezó con espadas, con amigos y súbditos, con su pueblo, callado por completo.

Cadáveres de contrabandistas yacían en los jardines del centro ceremonial, asesinados, quizá, por los lobos. El cerebro azorado de Jeongguk entendió que ellos habían destrozado a su ciudad, Coleum, la ciudad de los mil tesoros. No lo reflexionó y siguió caminando en busca de papá y mamá, que debían estar en algún lado, escondidos, sanos y salvos.

Pero el corazón se le destrozó en el momento que alzó la mirada hacia el Olimpo, donde las estatuas de las deidades de Vessperum descansaban en luto eterno. Las cabezas de sus padres pendían de la balanza de Themis, sangre brotando y cayendo en gotas a los pies de la titánide.

 No... — jadeó, con la tristeza y desolación inundando sus ojos — ¡NOOO!

Corrió a la estatua, arrodillándose a los pies de Themis, llorando desconsoladamente sobre el mármol. La sangre de sus padres bajo sus manos mataba lentamente el fervor en él. Gritó a los dioses con toda su fuerza, hasta que la garganta no dejó salir voz.

En todo el planeta sólo se podían escuchar dos cosas: el llanto desesperado de un niño y el luto en el aullido de los lobos, hocicos llenos de sangre bramando furia.


Hacia el atardecer Jeongguk estaba cansado de llorar, rendido en el lodo y la lluvia que cayó hace unas horas. Miraba a la nada, sintiendo un vacío inexplicable. Apenas fue consciente del sonido de decenas de naves aproximándose. Regresó a la realidad cuando una mano callosa tocó su hombro helado. Los ojos negros de él voltearon hacia arriba, sin mucho interés, drenados de su brillo.

Soy la Sargento Sarabi, escuadrón de rescate #982 ¿cómo te llamas?

Había luces detrás de ella. Soldados armados contra nada.

La Sargento palmeó su rostro. Jeongguk no habló, no tenía fuerzas para hacerlo. Sarabi lo levantó del lodo y solo sintió cómo lo subían a un transportador, después de eso cerró los ojos. Morfeo no le llevó sueños esa noche, ni nunca más. Sólo le atormentaron las pesadillas en carne y hueso.

COGITARE || KookMin (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora