Capítulo 38| Aléjate

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—Vamos dime —insistí dándole un leve empujón con mi cuerpo, Emma sonrió suspirando para dejar de mover su cuchara en su helado.

—Que no es nada, Aileen, solo curiosidad —respondió con un tono apagado, girando a ver a las parejas que se encontraban paseando, charlando o pasando tiempo juntos en un pícnic. Fue en ese instante en que me di cuenta de porque mi amiga preguntó eso, a Emma le gusta Adam, por los dioses, ¿cómo es que no me di cuenta antes? El único chico que la hace sonreír es Adam, la lleva a fiestas y ella va solo con él. Por los dioses otra vez Eros metiendo sus flechas entre los mortales.

—Oh Emm te gusta Adam — chillé emocionada. Los labios de Emma comenzaron a temblar, su mirada se apartó de las parejas para ver su helado entre las manos, se notaba que esto la avergonzaba.

—Desde hace un par de meses comencé a sentir cosas por Adam, pero él estaba con su novia y no me quise decirle nada para no arruinar su noviazgo ni nuestra amistad. Pero ahora me da miedo decirle mis sentimientos, sé que todavía ama a Arlie y temo salir lastimada —confiesa viendo en su mano el helado chorreando por sus dedos y segundos después la bocha de helado derretida se cayó hacia adelante manchando la punta de sus zapatos. Le terminó dando el cono a un animalito hambriento que se acercó a comer el helado del suelo y la imite dándole el mío al indefenso perro. —Adam siempre me ha visto como su mejor amiga y no creo que cambie eso, tengo miedo de perderlo.

—Emma no puedes callarte lo que sientes, sé que puede ser difícil, pero si no le dices lo que te pasa te tocará ver a Adam con alguien más y te dolerá mucho. El te entenderá y cuentas conmigo para lo que quieras —la reconforto dándole un abrazo, toda mi vida me han enseñado que no debo meterme en los asuntos mortales, pero mis amigos me necesitan y sé que me arrepentiré de pedirle este favor a cierta persona, pero es el único que puede volver una amistad en algo más y no estoy hablando de Eros. Limpié mi mano con la servilleta del helado y ambas nos volvimos a montar en la bicicleta.

Frenamos en casa de Emma donde tuvimos que guardar las bicicletas en su garaje. Entramos en la casa donde se podía escuchar el sonido de música alta, lo que nos indicaba que Maya estaba en la casa. Me quedé en la sala esperando a que Emma traiga mi camiseta y sostén que su madrastra se ofreció a lavarme. No estuve mucho tiempo sola porque Maya apareció con un modelito algo diferente al que me había acostumbrado a verla. Tenía puesto un vestido rosa pastel holgado que solo se ajustaba en su busto cayendo libre hasta sus rodillas. La rubia oxigenada se acercó a mí con una mirada desafiante.

—Veo que aún sigues paseando por mi casa como si fuera tuya, los aires de grandeza viene de familia —comenta la rubia de brazos cruzados, me estaba viendo con aires de superioridad, cosa que me molesto y no lo pude disimular ni un poco. Maya me caía mal y el sentimiento es mutuo.

—No sé por qué razón te caigo mal, que yo recuerde, no te hice nada y no te da el derecho de que critiques a mi familia, no los conoces —recrimino apretando mis puños al costado de mi cuerpo, quería darle un golpe con un rayo, pero me contuve lo más que pude. Recordando las palabras de mi madre, una princesa siempre debe mantener la compostura ante sus enemigos, no le enseñas tus debilidades ni a tus amigos.

—No hace falta conocer a tu familia, nada más hace falta verte a ti para saber la clase de personas que te criaron. Solo te lo diré una vez, aléjate de Damián, he visto como lo miras —bramó furiosa la rubia señalándome con su dedo, en su mirada se notaba cuanto se estaba conteniendo de no golpearme. Y yo esperaba que lo hiciera para poder devolverle el golpe sin sentir culpa.

—¿Qué? ¿Acaso él no te dijo que fuimos pareja? —interrogó sintiendo satisfacción porque Damián, a pesar de estar al lado de una supermodelo, me siga viendo a mí. Mi corazón anhelaba que eso que él decía seguir sintiendo por mi fuera cierto.

La hija de Zeus y Hera [1.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora