Capítulo 18| ¿Quién es Damián?

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A I L E E N
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Mi primo Apolión aprovechando un descuido de mi hermana Hestia roba uno de los bizcochos que había preparado para la cena de hoy con tanto trabajo. Esperando a que no se diera cuenta, toma otro y corre hacia mí con los dos bizcochos, siendo seguido por la diosa que se percata de nuestro pequeño robo y viene tras nosotros.

—¡Devuelvan eso, niños! —escuchamos el gritó de Hestia detrás de nosotros, está corriendo y con mi primo apresuramos el paso para que no nos alcance.

—Corre Aileen —viendo que nos podrían atrapas me entrega uno de los bizcochos y nos dividimos en diferentes caminos para despistar, no puede ir por ambos. Mi hermana se detiene mirando ambos caminos y decide seguirme a mí, aumentando su carrera hasta alcanzar tomarme de uno de los brazos sin lastimarme.

—Te tengo —sin mucho esfuerzo me carga en sus brazos y camina conmigo hasta la sala de tronos donde están nuestros padres. Mamá se enfadará conmigo por comer dulces antes de la cena.

—¡Aileen! —escuché un gritó que no era el de mi padre, despertándome del sueño que estaba teniendo.

—Yo no fui —exclamó sobresaltada, cayendo al suelo por la brusquedad con la que me desperté del sueño. Aún algo adormilada me pongo en pie al percatarme de que mi padre no está en el olimpo, no tengo cuatro años sino que diecinueve.

—Buenos días, princesa Aileen, no quise asustarla. Lo siento mucho —la risa de Artemis me hace recordar que alguien me despertó y me ruborizo porque aún estoy en pijama, sin arreglar y en mi privacidad de recién despierta.

—Buen día, Artemis. ¿Qué haces aquí? —Frotando mis sienes, me siento en la cama cubriendo mis piernas con las sábanas, me sentía muy expuesta delante de mi sobrino. El dolor en mi cabeza se incrementó cuando las nubes comenzaron a generar ruidos al chocar entre ellas cargadas de energía.

—¿Estás bien? —preguntó viendo con preocupación, algo que me resultó extraño, más allá de un dolor de cabeza me encontraba bien.

—Si, me encuentro perfecta. ¿Por qué la pregunta? —cuestionó cruzándome de brazos, dejándolos descansar sobre mi pecho.

—Es que como siempre te levantas temprano y hoy no lo hiciste, quise venir a ver si estabas bien. Con todo lo que ha pasado me preocupé —respondió reflejando en sus ojos la preocupación. Por mi parte lo miré por unos segundos antes de aclarar mi garganta para argumentar.

—¿Qué hora es? —pregunto estirando mi cuerpo, mientras suelto un bostezo.

—Son las diez de la mañana —alega viendo la hora en su reloj de muñeca.

—¿Por qué las ninfas no me despertaron? —me estiré en la cama buscando mi celular para verificar si lo que me estaba diciendo era lo cierto. Y muy a mi pesar, si eran las diez de la mañana había perdido mucho tiempo ya durmiendo.

La hija de Zeus y Hera [1.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora