Capítulo 12: Perdiendo el control

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No, Christian, por supuesto que no, es tu casa, además la culpa fue mía porque primero te dije que vendríamos el siguiente fin de semana y apenas el martes te avise que siempre llegaríamos hoy, yo fui el de la confusión.

– Nadie se va a ir a ningún lado, quizá no somos los mejores amigos del mundo, pero será grandioso convivir este fin de semana y conocernos más, ¿verdad, nene? – dijo Leila dándose mirando a Christian y le dio unas palmaditas en la mejilla.

Yo encantado, esta es su casa y Leila tiene razón, no veo ninguna razón para que no la podamos pasar bien los cuatro – respondió mientras chocaba delicadamente su cabeza con la de ella que le sonrió.

Yo tampoco le veo mayor problema, es que Anastasia tenía la ilusión de que estuviéramos solos ella y yo – intervino Jack dándome un beso en la comisura de los labios.

Anastasia, no te preocupes por eso, compartirán habitación, y Christian y yo podemos usar tapones en las orejas contra el ruido.

–Leila, pero que cosas dices.

– Ay Anastasia, ya todos somos adultos aquí, no tiene nada de malo, anda, acompáñame a la cocina a terminar la cena – exclamó Leila tomándome de la mano que tenía libre obligándome a caminar.

Con dificultad solté a Jack, yo seguía con el estómago hecho nudos por las muestras de afecto entre ella y Christian y cuando pasé a su lado le corrí la mirada furiosa y él desvió la suya. Me excusé con Leila diciéndole que estaba muy cansada y que mejor aprovecharía para subir a acomodar mis pertenencias. Cuando salí de la cocina Christian y Jack miraban la televisión y sostenían una copa cada uno, sólo les dije buenas noches y subí corriendo las escaleras

Abrí la puerta de la primera habitación y sólo había una maleta que supuse era la de Christian y Leila, me dieron ganas de arrojarla por las escaleras, pero sabía que tenía que guardar la compostura, nos quedaban tres largos y tortuosos días que no sabía cómo iba a sobrellevar. En la habitación contigua estaba mi maleta y la de Jack. Tomé la mía y empecé a desempacar, aún era temprano, pero me puse mi pijama y me metí a la cama, no estaba dispuesta a bajar y seguir presenciando las expresiones de cariño entre Leila y Christian, no tenía idea si podría evitar hacer una escena de celos que no venía al caso porque también estaba mi novio.

No supe en qué momento me quedé dormida. De pronto, sentí el peso de alguien sentándose en la cama y una suave mano que empezó a acariciarme la espalda, abrí los ojos y giré mi cabeza, era Jack que me miraba con deseo y aunque estaba que reventaba de los celos no iba a tener relaciones con él sólo por venganza.

– Jack no estoy de humor ahora, me duele la cabeza, estoy cansada por el viaje.

– Está bien, como quieras, luego estás reclamando y ahora sales con que te sientes mal – dijo molesto levantándose de la cama.

Claro, yo sí tengo que aguantarme que tú prefieras trabajar que hacerme el amor y con una vez que yo me niego me lo echas en cara.

– No quiero volver a discutir contigo Anastasia, ya tuve suficiente por hoy de recriminaciones, ¿no que te duele la cabeza?

– Pues sí y mucho, buenas noches – dije molesta y me puse la almohada sobre la cabeza.

Minutos después él se acostó a mi lado, apagó la luz de la mesa de noche y me dio la espalda sin decir nada. Apreté la almohada de coraje, estaba por levantarme para ir a dormir al sofá cuando mi teléfono sonó, lo tomé y era número oculto.

Hola – contesté desconcertada.

Tienes cinco minutos para bajar a la cocina o subo y le cuento todo a Jack, recuerda que tengo una prenda que te pertenece – sentenció Christian y me colgó.

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