3. Creador

113 21 1
                                    

Los murmullos cubrían Napoles, lo habían visto decían algunos, muchos otros aunque les doliera debían confesar, pues como olvidarle, aquel pequeño virgen que comenzó a trabajar en un prostíbulo y en su primera noche un degenerado le asesino.

Pronto aquel rumor llego a los oídos de Fugo, no decían su nombre pero era cierto, aquel a quien le dio vida era ese chico, su vida tan efímera y desperdiciada, quizá por eso su actitud errática a la unión sexual que presentó el primer día. Ahora sin embargo, errático y violento, al menos había matado a una docena de cabras, lo había visto salir varias noches, aquel niño dulce y manso pronto se oponía a su creador.

-¿Usted de nuevo aquí?- comento la señora, una vieja arpía y bruja, de aspecto grotesco.

-¿Cómo dice usted?- pregunto Fugo.

-No lo recuerda.- era muy temprano todavía.- Usted vino por el chico, ¿lo recuerda?

-¿Que chico?

-El moribundo, usted Doctor, no pudo salvarlo. Pobre, lo comprendo, ver vidas tan jóvenes extinguirse, es lógico que le causara un choque. Y más aun, el cuerpo del pobre niño robado.

-Si.- le respondio en voz baja.- Nunca supe cual era su nombre.

-Nadie lo sabe, tomo un nombre para comenzar aquí.

-¿Sabe porque?

-Por necesidad, además decía estar enamorado de un hombre, es delito, usted sabe una relación de hombre y hombre, solo aquí era "libre".

-¿Quién era el culpable de aquel amor?

-Un hombre, un delincuente ya mayor, se aprovecho del pequeño, seguro él fue quien lo mato. Ni me pregunte por su nombre, además usted no es policía. ¿Verdad, doctor?

Fugo salio rápido, regreso a su morada oculta y lo vio sentado frente a la fogata, llorando. Dio unos pasos cuando miro bien, había un cuerpo ahí, tirado, un hombre mayor, moreno, con una herida profunda en el cuello.

-¡No pude evitarlo!- le gritoneo.-¡YO SOLO LO QUIERO A ÉL!

-Es un pandillero.

-Lo amo.

Narancia corrió a los brazos de Fugo.

-Hazme sentir amado.- le dijo.- Revivelo.

A Fugo se le heló la sangre al oírlo.

-Yo no soy Dios.- le respondió enojado,

-Eres mi Dios.- le paso las manos por su rostro.

-Yo te amo.

Narancia entonces corrió al cuerpo de su desdichado amor.

-¿Me escuchas, y me entiendes, me ves?- le pregunto.- Me amas, me amaste desde el primer día que me viste, lo se... pero yo nunca te voy a amar.

-Yo soy tu Dios... ¡Y haré lo que quiera contigo!- lo aparto bruscamente.

-¡No!

-¡Yo soy quien te dio la vida!

-¡Odio esta vida! ¡Te odio a ti!¡Regresame mi vida!- pataleaba, cuando con aquella fuerza bestial empujo a Fugo.-¡Siempre te voy a odiar!

El doctor se levanto rápido, lo sujeto del cabello negro y lo arrastro a la cocina, saco un cuchillo y Narancia comenzó a gritar desesperado. Fugo le hizo un pequeño corte en aquel hermoso rostro, que iba desde la ceja izquierda hasta la mandíbula, la sangre que broto estaba podrida, era un maldito muerto.

-¡Maldito ingenuo! ¡Fue él, el que te mato! ¡Fue él! ¡Yo fui por ti,para salvarte la vida!

-¡No es cierto!

-¡Lo es!- aventó el cuchillo.- Si no me amas a mí, no dejare que ames a nadie, solo a mí, por que yo soy tu fe. ¡Yo soy! ¡Y solo en mi vas a creer!- Fugo lo beso apasionadamente bebiendo de aquella sangre.

Narancia comenzó a quitarle la camisa y a besarle por todo el cuerpo, sentía aquella furia que tanto le encantaba de su creador, aquellos gestos celosos.

-Nunca te voy a amar.- le susurro al oído.

-¿Pero me deseas, no es así? Con eso me basta.- comenzó a penetrarlo bruscamente.

***

-¡No suéltalo!- gritaban las señoritas de vida fácil, aquel hombre huyo rápido y era bastante fuerte.- ¡No, Narancia, no!- una de las tantas señoritas veía las lagrimas de desesperación del chico, la bala le atravesó el pecho. -¡Por favor un doctor, por favor!

Fugo Pannacotta  se encontraba cruzando la calle principal, había salido de un bar y se tambaleaba de un lado a otro, traía su botiquín en una mano, generalmente el mismo se administraba sustancia no del todo saludables... vio a los niños correr, esquivándolos pero sin dejar de verlos, su hermano pequeño, Will, estaría por cumplir 17 años.

¿Cuántas veces lo había intentado? ¿1, 10...20 veces? Ninguna de ellas sin éxito.

-¡Hey, usted! ¡Es doctor!- era una señorita que salía de aquella extravagante casa.-¡Hemos tenido un accidente, hay un herido!

-¿Acaso esta viendo mi estado?

-¡Si, señor! ¡Y aun así nos puede ayudar!- lo llevo a la casa, al cuarto donde el pequeño se retorcía de dolor.

Fugo le quito la camisa y vio la herida, era demasiado tarde. Miro a las señoritas, cuando la mano dulce apretó con fuerza sus dedos.

-Estas en un mal estado ¿sabes?

-¡Usted hijo de...!- respondió la mujer, Fugo entonces cerro la puerta y puso seguro.

-No te puedo ayudar.

-Quiero vivir.- le respondió tocándose el pecho.- Yo lo conozco.

Fugo se acerco y se sentó a un lado, comenzaba a medir el pulso del muchacho mientras miraba el reloj.

-¿De dónde? Soy nuevo aquí.

-Lo he visto, vi que lo hizo... le dio vida a un viejo perro.- Fugo lo miro asustado.- ¡Es cierto! ¡Es usted! Estaba en el bosque y vi que soltó a ese animal salvaje, ha matado a cientos de gallinas y pese a todo, parece inmortal. Es muy bello para ser Dios.- sus ojos comenzaban a pesarle.- He oído acerca del ángel caído, tan bello, el mal también da vida.

-Yo no puedo hacer nada.

Y Narancia abrió aquellos ojos hermosos, Fugo quedo en shock, aquellos ojos... su cabello, aquella edad incomprensible, ¿era acaso Will, una señal, algo?

-No mi importaría rezarle al diablo por vida eterna.- Narancia desvió la mirada.

-Ojala hubiera llegado antes.

-¿Para salvare la vida?

-Para amarte por siempre.- le sonrió.- No puedo hacer nada más por ti.- le beso la mano.

-Miénteme entonces.

-No puedo mentirle al Diablo.

FAITH.Where stories live. Discover now