—No fue una cita, ni tampoco la besé.

—Hunter...— sollocé— creo que lo mejor va a ser que lo nuestro se acabe aquí.

Me miró con los ojos llenos de lagrimas y negó con la cabeza, resistiéndose a la idea de que lo nuestro de termine.

—Cat, por favor, créeme— dijo tras un pequeño sollozo— Te amo, Cat, te amo. No planeé que así fuera la primera vez que te lo diga pero, te amo y daría cualquier cosa por ti.

Si antes estaba casi ahogándome en mis propias lagrimas, ahora ni puedo explicarlo. Hunter había dicho que me amaba, pero era demasiado tarde.

—Hunter...

—Cat, no me hagas esto, juro que no va a volver a suceder— me rogó.

No contesté. Hunter se acercó a mi y me tomó de las manos. Lo miré a los ojos, reflejaban tristeza y arrepentimiento. Las lagrimas que caían como cascada me partían el corazón, pero peor me hacía estar con Hunter, sabiendo que no cambiaría más.

—Te amo— repitió y unió nuestros labios en un beso. Uno de los mejores besos que había dado en años. Lastima que vaya a ser el ultimo que le dé.

Nos separamos y al instante me abrazó con fuerza.

—No me dejes, Cat— dijo con la voz dolida— fui un imbécil por aceptar que Kim venga conmigo, pero no se que haría sin ti.

—Lo que has hecho todos los años anteriores.

—Es distinto, en ese momento no te conocía. Pero ahora que lo hago, no puedo vivir sin ti.

—Hunter, por favor, no me la hagas más difícil— le pedí.

Él ya no respondió. Solo me miró con sus ojos llorosos y tristes, suplicándome para que no lo dejara.

Pasé por su lado y encaminé a la puerta para irme, dejándolo allí solo. Pero al momento de abrirla, una montaña de simios cayó dentro del cuarto. Habían estado apoyados contra la puerta intentando escuchar nuestra conversación. Joe se encontraba en una esquina, mirando la situación.

No les dije nada, simplemente los esquivé y salí lo más rápido que pude de la casa. Una vez que estaba fuera, comencé a caminar sin rumbo. Simplemente quería alejarme de todo, aunque sea por unos minutos.

Con cada paso que daba, me daba cuenta que estaba más perdida, pero no me importaba en ese momento. Todo era mejor que volver a a casa y tener que mirar a Hunter a los ojos.

—¡Hey!— me llamó una voz masculina detrás mío.

No le hice caso. Seguí caminando, aunque apuré el paso.

—¡Oye, linda!— dijo la misma voz.

Apuré el paso aun más. Miré a mi alrededor, no había nadie. Las calles estaban completamente oscuras y vacías. Apenas podía ver por las luces de las casa que aún estaban encendidas.

—No te vayas, muñeca. Solo quiero divertirme— rió y pude sentir sus pasos apurándose también.

De un segundo a otro me tomó del brazo con mucha fuerza, lastimándome. Me atrajo hacia él y me acorraló contra la pared.

—Mira nada más, la muñequita linda que me acabo de encontrar— acercó su rostro al mío y susurró casi tocando mis labios con los suyos.

Intente hacer fuerza para liberarme de su acorralamiento pero no pude. Su fuerza era mil veces mayor que la mía.

—No intentes nada, preciosa, si no quieres salir herida— pegó su cuerpo al mío y colocó una de sus manos en mi cintura.

—Déjame, por favor— rogué con lagrimas cayendo de mis ojos.

—Claro que lo haré— dijo riendo cínicamente— luego de que me hagas un pequeño favor.

—¿Qué quieres de mi?— pregunté temiendo la respuesta.

Bajó la mano que tenía en mi cintura a mi trasero.

—¿Aún no sabes?— sonrió de lado— déjame que te muestre.

Juntó sus labios con los mios, y aunque yo no le seguí para nada el beso, introdujo su lengua en mi boca. Su mano se metió por dentro de mi jean y comenzó a tocarme.

—Ya para— sollocé— por favor.

—Lo haré, en cuanto termine contigo.

Se desabotonó el pantalón pero antes de que pudiese bajárselos, una voz lo interrumpió.

—¡Dijo que pares, imbécil!

Viviendo con playboysWhere stories live. Discover now