Capítulo 7

233 43 37
                                    

Regocijante.

Después de todos los inconvenientes y las imprudencias ocurridas, Serena encontró un tiempo para ella. Dejando a cargo a Nicolás del rancho, decidió perderse en la arboleda que concluía en un río de agua cristalina.

A completa desnudez nadó varias veces al interior y disfrutó de ese espléndido momento, era el cielo.

Por fin sola, al fin con sus pensamientos y después de haber tenido una larga y descansada noche agradeció que no hubiera habido más percances con sus hermanas.

—Hermanas. Qué raro se dice.

El sonido del agua cayendo impidió que se diera cuenta de su espectador. Inocente y despreocupada la joven y hermosa mujer pasó ambas manos por el rostro para quitar el agua.

"Todo irá mejor, nos llevaremos bien, y ese tiempo se irá como agua".

Poco después, su relajada mente sintió que ya era tiempo de comenzar sus labores y avanzó hasta lo seco,  tomó sus cosas para empezar a vestirse, ajena y olvidada de que se dejó la navaja en el pantalón, lo subió sin cuidado y el filo hizo lo suyo.

—¡Aah!

Sollozó quedamente, en un intento de resolver el asunto tiró del resto del pantalón y lanzó la navaja sobre un arbusto.

—¡Aaah!—Se dejó escuchar un grito, y Serena se alarmó, cubriendo sus senos con la mano atinó a preguntar quién estaba ahí, pero no obtuvo respuesta.

Adolorida y molesta, intentó romper el pantalón para liberar la gran cortada de la que manaba mucha sangre, estada doliendo y el personaje tras los arbustos le estaba incomodando más de la cuenta.

—¡Salga de ahí, maldita sea! ¿Estás espiándome pervertido?

Nada. Al parecer ya no había nadie.

-¡Maldición!-Gritó colérica al sentir el dolor punzarle, asió con una mano la tela y la rompió al fin, dejando un micro short que con suerte le cubría la nalga y sólo torció el gesto—. Bueno, entonces hay que dejar el otro igual-. Arrancó la tela de la otra pierna con furia.

Empezó a abrochar su blusa, pero un relinchido de caballo que no era el suyo le hizo girar rápidamente.

—¿Quién? ¡Salga ya, pervertido!

-No salgo, señorita-Respondió él, avanzando sobre el caballo, ella lo miró con recelo-. Iba rumbo a mi consultorio y

-Si claro.

Darien bajó del caballo y fijó su mirada en las largas y torneadas piernas de la chica.

-¿Qué miras, médico?

-Sangras ¿Qué ocurrió?

—¿Es que acaso no sabes? Me estabas espiando Chiba ¿Crees que soy tonta?—. Replicó sumamente molesta mientras se secaba la sangre de la profunda herida.—No pensé que fueras un asqueroso pervertido.

Darien se rascó la cabeza, muy confundido por los insultos de la angelical mujer prefirió morderse el orgullo al ver tremenda herida en tan hermosas piernas, y como buen médico que era se preocupó por curarla cuanto antes, así que sin duda avanzó hasta ella y le quitó la toalla, la dobló varias veces hasta hacerla delgada, luego la amarró al muslo de Serena.

-¿Qué haces? ¡Déjame!

-¡Te estoy ayudando malagradecida!

Serena calló al verlo ir por su maletín y atenderle como un profesional.

-Hay que dar puntadas, vámonos.

Serena se asustó cuando él la tomó y cargó en brazos hasta su caballo.

Las Tres Tristes TigresWhere stories live. Discover now