Capítulo 3

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El amanecer llegó con su propio afán, y sin poder dormir pensando en la situación en la que estaba metida, Haruka Tenou se incorporó de su cama pensando en una sola persona.

Miró su alrededor y se desplazó en silencio, no quería hablar con nadie, no quería ver a nadie. Excepto a esa persona.

En cuanto salió, cruzó la verja para ir a ver lo único que le importaba en esos momentos. Pero se topó con algo extraordinario, algo con lo que poco se encontraba cuando estaba en la ciudad.

El canto de los pájaros conforme el día llegaba resonaba suavemente en sus oídos, era una sensación gratificante, y el sólo hecho le hizo sentirse más relajada con el ambiente.

Haruka agradeció no toparse con nadie y alzó la cara al cielo y aspiró la suave brisa mañanera.

-De verdad es regocijante—. Exhaló despacio y negó un par de veces, incrédula por verse ahí, de pronto sintió que estaba totalmente fuera de lugar. Ni siquiera había conocido a su padre, ni una sola palabra. Excepto la carta.

"¿Cómo se le ocurrió aparecer ahora? Bueno, eso de aparecer no va pero, ¡Bah! No entiendo, sea lo que sea no me quedaré más de lo debido"

-Bendito canto.

Respiró varias veces, preparándose para dar su caminata abrió los ojos justo cuando una impertinente ave decidió darle un apestoso regalo de bienvenida a su lindo y cenizo cabello.

-¡Qué hija de su pu... pájara madre!

Tomó el lienzo con el que secaba su auto recién lavado y se limpió las delgadas hebras de cabello.

-Bueno, dicen que pisar mierda trae buena suerte-Avanzó hacia su auto, y justo cuando llegaba unas cuantas bienvenidas más cayeron sobre el capote. Haruka suspiró con resignación y soltó el trapo-Bueno, qué se le va a hacer. Creo que se debe pisar la mierda.

Y empezó a correr llanura abajo, quería sacar la frustración que la situación le causaba aunado el hecho que la había llevado hasta ahí.

En realidad disfrutaba el silencio la naturaleza y la tranquilidad. Sobretodo porque no estaba lidiando con las constantes preguntas de los medios comunicativos.

Extrañaba mucho a Michiru, pero quería resolver el asunto de la herencia y así poder repuntar su carrera. Si es que se podía...

...


Había pasado poco tiempo desde que las tres hermanas convivían en aquel pueblito, pocas horas que parecían eternidad si se trataba de las primeras desavenencias de Serena y Haruka, de las cuales Mina había permanecido neutral. Ella, tenia sus propios tormentos.

Los sentimientos que esos golpes le causaban no eran nada comparados con los que habían sido en el pasado, mientras se encontraba en el hospital. ¿Como era posible, cómo? Si ese hombre le había profesado amor a los cuatro vientos.

Mientras detrás de esa puerta se escuchaba al ser más violento y cruel que había conocido, ella se ocultaba en su armario esperando lo peor, pues el no se detenía ante nada.

—¡Maldita!

Su respiración fue en aumento y el corazón parecía salírsele del pecho.

—¡No!—.Saltó de la almohada.

—¿Minako?

Mina respiró varias veces antes de captar que había estado soñando. La voz tras la puerta volvió a llamar y se puso tensa.

—Voy a entrar.

Bandeja de comida y una amable  atención de parte de la señora de rostro afable. Mina resopló suave y salió de su marasmo.

Las Tres Tristes TigresWhere stories live. Discover now