CAPÍTULO 36

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Marcus estaba conduciendo de regreso ya que Nicholas no se encontraba en condiciones. Giré mi cabeza para mirar detrás. Nicholas estaba mirando por la ventanilla, sin despegar los ojos del paisaje, aunque sabía bien que no estaba prestándole atención a ese desértico panorama, porque no tenía nada de interesante. Podía saberlo con solo verlo, estaba hundido en sus pensamientos. Parecía sacado de una película de zombies. Tenía bolsas hinchadas debajo de sus ojos, productos de la abstinencia del sueño desde hacía más de tres noches y al parecer se negaba a dormir en el viaje, a pesar de que sus ojos se cerraban voluntariamente, hacía un esfuerzo casi sobrenatural para mantenerlos abiertos. Qué necio.

— Nicholas, deberías intentar dormir un poco... — intenté convencerlo.

— No merezco dormir — mis intentos eran vanos. Al parecer creía que flagelarse de esta manera le daría alguna solución, o simplemente estaba castigándose a sí mismo por haberla perdido. No lo comprendía, ya que yo en su lugar lucharía para recuperarla, no me sentaría a lamentarme.

El hecho que me haya contestado, quería decir que no estaba tan enojado conmigo. Tal vez Jeremy tenía razón, sólo debía esperar a que se enfriara y ya arreglaríamos las cosas.

Viré hacía el frente, pero me quedé en el camino, ya que mi mirada encontró a Marcus, quien manejaba concentrado en la carretera.

Siempre quise estar en este lugar, ser el copiloto, y lo había obtenido, pero el piloto no era la persona que yo deseaba. Pensé en nuestro viaje de ida, yo estaba en el asiento de atrás, y desde allí envidiaba este asiento, pero en ese momento Nicholas era el piloto, y Lea estaba a su lado. Nicholas debería ser mi piloto. Pero no, era Marcus quien estaba a mi lado y no Nicholas. Qué ironía.

— ¿Tu padre no se enojará por ausentarte tanto tiempo de la empresa? — Helen interrumpe mi pequeño monólogo interno. La pregunta iba dirigida a Benjamín así que todos lo miramos, excluyendo Marcus, quien sólo prestó los oídos.

La familia de Benjamín era una de las más adineradas del pueblo. Poseían una exitosa empresa de esquilado, donde más de la mitad de los habitantes del pueblo trabajaban en ella. Y al ser hijo único, era el único heredero de semejante capital. Qué suerte la de Helen, si llegan a casarse será el casamiento más ostentoso al que seré invitada, estaba segura. Mi boca se llenó de saliva al imaginar cientos de manjares disponibles frente a mis ojos, en una mesa de recepción. Un sueño. Ojalá decidan casarse pronto.

— Probablemente sí — contestó — pero soy un hombre que es dominado por el corazón, antes que por el dinero.

— Aww — dijo Helen con ternura mientras se colgaba de su brazo como si fuera un koala bebé.

– A mí me parece que lo domina Helen — masculló Jeremy lo suficiente alto como para que todos los del automóvil pudiéramos oírlo.

— ¿Me estás llamando pollerudo? — Benjamín pareció ofendido, pero su expresión indicaba todo lo contrario.

Jeremy no lo negó, sólo lanzó una carcajada al aire, que nos contagió al resto, excepto a Nicholas, que el tema parecía tocarle una vibra sensible. Se removió en su asiento de manera incómoda. Era entendible, hoy a la mañana su novia lo había abandonado. Su aura de mala onda fue suficiente para cambiar de conversación.

El viaje continuó con un Benjamín contando ocurrencias graciosas, un Jeremy molestándolo y un Nicholas de mal humor, que, si bien no decía nada a no ser que le preguntaran directamente, su presencia silenciosa se hacía notar de otra manera.

Ya estábamos de vuelta en la universidad. En nuestra ausencia no había cambiado muchas cosas. Sólo se encontraba desértico el lugar, a excepción de algunos estudiantes que no pudieron volver a sus casas y de los electricistas que trabajaban para arreglar la electricidad super saturada por los electrodomésticos de contrabando que se escondían en las habitaciones de los estudiantes.

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