La cita.

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¿Que demonios hago aquí?
¿Porque acepté de igual manera?
Suspiré mientras esas preguntas rondaban en mi mente.
El aire frío golpeaba mi piel y hacía que mi cabello volará debajo del enorme casco.
Nos detuvimos en una pequeña cafetería, y al instante me enamoré de la fachada.
Era de esas cafeterías con un estilo retro, los colores pastel y los letreros que, seguramente, en la oscuridad, brillaban luces LED, le daban un aire clásico.
Quería chillar de emoción, pero mi cara lo decía todo.

—Te ves tan adorable cuando te emocionas— me giré para ver a mi "cita". Sus ojos brillaban de una manera que hizo que se me hiciera difícil tragar.

—Vamos ya— comencé a caminar, escondiendo el calor que se acumulaban en mi rostro.

Entramos y mi corazón se derritió, era justo como las fotografías lo mostraban.
Colores chillones y sillas con formas extrañas, pequeños gabinetes con sillones color pastel.
Las paredes tenían cuadros con dibujos de autos clásicos y algunas bandas de Rock 'n roll famosas y por supuesto, de la bellísima Marilyn Monroe.

—¡Esto es precioso!— le di un abrazo inconciente.
Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, era demasiado tarde. Sus manos subieron a mi cintura y me presionaron a su cuerpo en un abrazo profundo. Sentí su respiración en mi oído y un sonoro beso que plantó en mi cabeza.
Me aparté delicadamente y le sonreí.

Él no era mi persona favorita, y claro que jamás olvidaría el desastre de años anteriores.
Pero él se había esforzado y no puedo olvidar su dulce confesión y lo nervioso que estaba antes de invitarme a salir.
Nos sentamos en un gabinete junto a la ventana y esperamos a que nos atendieran.
Después de un rato, hablando sobre cosas al azar, ordenamos nuestra comida.
Yo ordené una hamburguesa con papas fritas y él un burrito.

—¿Cuál fue tu peor experiencia en Australia?— pregunté con la boca llena de comida.
—Bueno, en el poco que estuve ahí, gracias a una pequeña rencorosa— le sonreí inocentemente— estuve en un bonito piso cerca de los campos, lo cual sería lindo si estuviera en cualquier otro lugar, pero no, estaba en la tierra de los monstruos mutantes— me reí ante el comentario— pues, me levanté un día y me dirigí al baño, cuando levanté la tapa, había una araña enorme dentro del baño.— deje de comer y lo miré sorprendida— yo aún estaba muy dormido, así que hice mis necesidades sin percatarme de la araña. Al parecer ella se molestó porque la bañé en... Ya sabes, y saltó de la tasa y comenzó a perseguirme por todo el piso, sin darme tiempo de subir mis pantalones...

Una sonora carcajada salió de mi boca interrumpiendolo. Cada que intentaba a parar, lo miraba y volvía a reír. Mi abdomen comenzó a doler y lágrimas salían de mis ojos.

—Sabes, no fue divertido para mí— entrecerró los ojos.

—Per...dona... Es que... No te imagino...— volví a reír. El se hizo el digno pero una sonrisa se asomaba en su rostro— ¿y como te deshiciste de ella?

—Pues, fui a la cocina y tomé un bowl y encerré a la araña dentro. le puse un montón de cosas encima para que no escapara, subí mis pantalones y llamé al dueño del piso. De ninguna manera iba a acercarme a esa araña de nuevo— mordió su burrito y continuó— el llegó con un rollo de periódico, levantó el bowl y de un despreocupado golpe, la aplastó.

—Asumo que eso te hizo sentir como un cobarde— sonreí burlonamente.

—Él ha vivido más tiempo ahí— se defendió.

—¡Ay, mi estómago!— me quejé.

—Eso te pasa por reírte de mí.

El tiempo se pasó volando, mientras seguíamos conversado, yo de la universidad y él de su experiencia en Australia.
Teníamos dos malteadas frente a nosotros, era la segunda ronda que pedíamos.

En la mira. (EDMP#2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora