Capítulo 40 "La despedida"

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No me esperaba esa pregunta.

—Caleb.

—¿Y tu abuelo?

—Elijah. ¿Por qué lo pregunta?

—Para recordarte, Emily Marshall, para recordarte.

***

El agua brillaba, proporcionándonos un poco de luz, nunca pensé que estaría tan agradecida de ver algo, pero no divisaba ninguna salida. El fantasma apuntó al pozo que estaba en medio del túnel.

—Saldrán al mar, deben nadar un poco. —informó con media sonrisa. No se veía con mucha claridad, pero pude distinguir algunos rasgos en su rostro. No tenía más de cincuenta años.

Volví a mirar el pozo brillante, sin saber si podía nadar.

—Debemos entrar al pozo, Than. —le dije a mi amigo.

Ian desapareció entre las paredes del túnel, volviendo de inmediato.

—La playa está prácticamente al lado, es seguro. —explicó con una gran sonrisa. Asentí, debíamos salir de allí.

—Than, te sigo, no sé nadar muy bien—él asintió y se adentró al agua. Gimió un poco y empezó a hiperventilar, el agua debía estar muy helada—. Gracias, señor. Salvó nuestras vidas. ¿Me puede decir cómo se llama?

—No es necesario que sepas mi nombre, fue un placer ayudarte. —respondió calmadamente. Se me cristalizaron los ojos, estaba tan agradecida de ese fantasma que, si no hubiera sido porque estaba sumamente adolorida, lo hubiera abrazado.

Entré al pozo al lado de Than y chillé por lo congelada que estaba el agua. Mi amigo contó hasta tres y sumergimos el cuerpo completamente. Me sujeté de él y como pude nadé. Pasaron unos segundos y salimos a la superficie. Las olas chocaban con fuerza hacia nosotros, las rocas apeligraban con golpearnos, pero como lo dijo Ian, la playa estaba justo al lado.

Than me atrajo hacia él y nadó esquivando los roqueríos y soportando las olas.

Gracias a él no morí ahogada.

Cuando llegamos a la orilla de la playa me percaté que estaba lloviendo, ya era de noche y hacía mucho frío. Than y yo respirábamos agitadamente y no reconocí exactamente donde estábamos.

—¿Dónde debemos ir? —le pregunté, no veía a Tanya e Ian.

—Estamos muy lejos de Nome, la calle está por allá—dijo ejerciendo presión en su herida. Aceleró el paso y se dirigió hacia la calle—. ¡Por allá, Emily! —apuntó hacia su derecha.

Caminé hacia él y a lo lejos vi luces. ¿Cuánto habíamos caminado dentro de la mina? No sabía si esas luces correspondían a casas, pero debíamos intentarlo.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté a Than notando su cojera.

—Si, aun puedo correr una maratón, lo lograremos, sé que lo haremos—asentí, yo también lo creía—. Tuvimos mucha suerte, los fantasmas nos ayudaron mucho, si esa no es una señal de que debíamos vivir, no sé qué lo sería.

Bajé la cabeza, preguntándome que clase de vida íbamos a tener después de todo lo vivido, nada volvería a ser igual.

Pasaron tal vez, diez, veinte, treinta o cuarenta minutos, no recuerdo, pero caminamos mucho. Al ver la primera casita de madera aceleramos el paso, emocionados y esperanzados. La lluvia caía como cascada sobre nuestras cabezas, pero aun así con eso, el frío, el peso de nuestras ropas mojadas y las heridas que teníamos, prácticamente corrimos.

Era un complejo de casas, alejadas de Nome, al otro extremo de la ciudad, donde normalmente nunca transitaba porque quedaba al lado contrario de la casa de mis abuelos o la de mis amigos y la escuela. Las luces estaban encendidas, me puse a llorar de la emoción.

Todo sucede en NomeWhere stories live. Discover now