Capítulo 3: "La chica de blanco"

733 67 2
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La noche se volvió difícil, se me dificultó dormir, y cuando al fin lo hice, Ludovico se puso a cantar.

No hubo más remedio que levantarme.

La nieve caía de manera intermitente y me di cuenta que debía comprar un par de zapatos que me sirvieran y no hicieran que me resbalara cada dos pasos.

Bajé hacia la cocina y desayuné con mis abuelos, mientras esperaba que Aaron pasara a recogerme. No sabía que panorama había preparado para ese día, pero estaba entusiasmada, salir me hacía bien y compartir con más chicos de mi edad me hacía sentir normal.

Mis abuelos parecían muy contentos con mi presencia y en la forma que me estaba relacionando con los demás. Mi abuela confesó que se sentía algo nerviosa por mí, pensó que se me dificultarían las cosas, pero se alivió al ver que pude entablar relaciones con más chicos de mi edad.

No entendía porque creían eso, tal vez una adolescente que acababa de perder a su padre no era una buena señal, los sentimientos se arremolinaban en mi interior y al parecer, sí me hubiera dificultado relacionarme con otros, por el dolor. Pero bueno, resultó mejor de lo que todos pensábamos, en realidad.

Aaron llegó a casa poco después que me sentara en la sala de estar con mis abuelos a ver televisión, aún era temprano y tenía que comprar algunas cosas que me hacían falta para entrar a clases.

Saludó a mis abuelos y nos despedimos. Una vez en camino y con la calefacción ya haciendo efecto sobre mis manos, le pregunté cuál sería nuestro destino de ese día.

—¿Dónde iremos?

—Les dije a los chicos que nos viéramos en la ciudad en un rato, antes te presentaré a algunos amigos.

Sonrió con algo de misterio, ¿cuántos amigos tenía ese chico?

—¿Más amigos? —asintió—¿Son guapos?

Rio por un momento.

—Ya lo verás.

No demoramos mucho, llegamos a una pequeña calle con múltiples casas muy separadas una de la otra. La mayoría de madera, de un solo piso y pequeñas, no eran coloridas, y la nieve las hacía ver algo deprimentes, pero por alguna razón me parecieron abandonadas.

Si pudiera hacer una comparación, mis abuelos vivían en una mansión. Se estacionó frente a una de las casas mejor cuidadas y que no encajaba mucho con las demás. Me bajé y observé a mi alrededor con más determinación, parecía que no había nadie cerca, ¿dónde estaba?

—Emy, por aquí. —me indicó Aaron al costado de la casa.

Comenzó a caminar, así que lo seguí. Dimos vuelta y, para mi sorpresa, me encontré con un enorme patio trasero, donde a lo lejos se podía ver una especie de bodega de madera y al lado un pequeño granero. Aaron tomó una de mis manos e hizo que me sentara en una banca que estaba en un estrecho pórtico de madera.

Todo sucede en NomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora