Capítulo 30: "El incendio"

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Nos quedamos en silencio

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Nos quedamos en silencio. El hombre de la posada seguía hablando, dando detalles morbosos de la muerte de Jaden, eso me provocó rabia y desconcierto.

—Señor—lo interrumpí—, ¿nos puede dejar? —pedí severa. El anciano puso los ojos en blanco y se alejó, cerrando la puerta detrás de él. No podía dejar de ver las palabras en el techo—. Yo soy la siguiente. —informé nerviosa.

—Así que por eso él te quería aquí. —dijo Aaron con la garganta seca.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Verónica con la voz quebrada, abrazando a Than, que seguía inmóvil mirando el techo, con los ojos bien abiertos.

Un recuerdo pasó por mi cabeza, el de Bernadette muerta, colgada y me imaginé a Jaden de la misma manera, no quería tener esos pensamientos ni que mi imaginación volara con infinitas imágenes de él, pero era inevitable. ¿Qué íbamos a hacer? Éramos cuatro adolescentes que habíamos perdido tanto en tan poco tiempo, que ya no teníamos una dirección que seguir. Quedamos a la deriva del mundo, sin si quiera saber por qué.

—Sinceramente, no lo sé—respondió Aaron—. Solo nos toca defendernos, estar juntos, defendernos juntos.

"Juntos" pasó por mi cabeza, y sentí terror.

—Hay algo que no estamos viendo, pero no sé qué, ¡maldición! —chillé ofuscada, tal vez estaba sobre pensando las cosas, eso no me hacía bien.

—Emily...—me llamó Aaron tratando de acercarse a mí y consolarme con un abrazo, pero lo detuve, negándome por completo que me tocara, no insistió.

—¿Por qué lo mataron? ¿Qué sabía que tuvieron que callarlo? —preguntó Than, después de un largo silencio.

—Él sabía mucho, era de los pocos que tenía conocimiento de la muerte de Alex, y que la muerte de Tanya fue un asesinato. Pero si es así, Keegan también estaría en peligro... todos—palidecí—. ¿El asesino no quiere que se enteren de que Alex está muerto?

—Si descubren que Alex está muerto, se acaba su cuartada, pero eso ya lo habíamos dicho, ¿no? —aclaró Aaron.

—Creo que debemos buscar entre las pocas cosas que quedaron del japonés—propuso Than—. Tal vez sabía algo más, algo que no te dijo, Emy. No perdemos nada con registrar.

Todos estuvimos de acuerdo y comenzamos a registrar.

La policía se había llevado la mayoría de las cosas que tal vez nos ayudarían, pero no perdimos la esperanza. Than registró el baño, Aaron el closet, Verónica leía los papeles que había en el velador y yo me encargué del escritorio, también leyendo los papeles.

La mayoría eran boletas de restaurantes y cafeterías, encontré fotos de él con lo que imaginé era su novia, anotaciones sobre el clima, post-it que le recordaban lavar la ropa, pero nada relevante. No había pistas, pero no me rendí. Pasamos largos minutos así, sin hablar, solo registrando cada rincón, dos, tres, cuatro veces por si se nos pasaba algo, pero nada.

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