Capítulo 4: Sospecha.

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Mientras esperaba por Allan, le preparé un almuerzo especial, limpié el lugar, cambié las sábanas y saqué a Pongo un poco más temprano para estar lista en el momento que cruce la puerta del departamento. Estoy ansiosa por saber cómo le fue y la misteriosa noticia que mencionó por teléfono.
Respecto a la cita con Nathan, todo salió mejor de lo que pensé, es muy dulce, atento y educado. Me aseguró que tan pronto llegara a la ciudad pondrían en marcha la investigación, lo seguirían desde el aeropuerto y de no dirigirse directamente a nuestro departamento me lo haría saber mediante un correo a la cuenta que creé. Como soy consciente de que mantener el contacto por medio de mi celular es un poco riesgo, en vista que Allan pudiera antojarse de revisarlo, acordamos que si había algo de lo que debía ponerme al tanto, nos reuniríamos en el parque de perros a la misma hora que voy con Pongo, cualquier día de la semana. El pago por el servicio se haría mediante una transferencia bancaria, la cual aún no estoy segura de cómo ejecutar sin que Allan note el dinero faltante. En resumen todo tenemos que manejarlo con extrema cautela y precisión para evitar que mi esposo controlador descubra que lo están investigando.

Ahora, el avión de Allan debía aterrizar hace dos horas, pero hasta este momento no he sabido nada de él ni de Nathan. Por eso estoy sentada en la sala con mi celular en mano pendiente de cualquier mensaje o correo que pueda recibir y por supuesto, de cuando mi esposo llegue. Pero no lo hace. Espero y espero, ni una llamada ni un mensaje. Intento llamarlo, pero no contesta. Sigo esperando. Espero hasta que llega la media noche y se ha pasado mi hora de dormir, por primera vez dejo que Pongo se acueste en la cama conmigo ocupando el lugar de Allan. Apago mi celular y lo dejo junto a la mesita de noche.

En la mañana me despierto por el ruido de la regadera, tardo un poco en entrar en razón y cuando me levanto Allan sale del baño con una toalla alrededor de su cadera y con otra se seca el cabello.

–Dormí en el sofá– comenta, frunzo el ceño y descubro a Pongo a mi lado–, él no quiso moverse cuando llegué.

–No lo culpo– murmuro, acaricio la cabeza del dálmata y alzo la mirada hacia él–. ¿Dónde estabas?, te esperé toda la noche.

–Perdí el vuelo de la mañana, así que tuve que tomar el siguiente– explica acercándose a mi, toma asiento a mi lado y agarra mis manos–. Me quedé sin batería y no pude llamarte.

–Estaba preocupada– expreso con un nudo en la garganta.

–Lo sé, lo siento, no volverá a pasar– asegura, besa mis nudillos y después mi frente.

–¿Y cuál era la buena noticia que mencionaste?

–Me dieron un ascenso y aumentarán mi sueldo– anuncia con una gran sonrisa.

–¡Mi amor, felicitaciones!– expreso con genuina emoción, lo abrazo fuertemente y le doy muchos besos en su mejilla–, hay que celebrar.

–¿Te parece si te llevo a cenar esta noche?– inquiere y asiento repetidas veces–, pasaré por ti a las seis.

Allan se pone de pie, se dispone a vestirse y antes de que pueda prepararle el desayuno parte hacia el trabajo con la excusa de que compraría algo en el camino. Nunca había salido tan temprano antes, mucho menos sin desayunar, es algo que él no hace. Tal vez solo estaba yendo muy tarde.

Termino teniendo la primera comida del día en compañía de Pongo, no es que me queje es mejor que desayunar completamente sola, pero si me hubiera gustado comer con mi esposo y que me contara sobre su viaje. Después de lavar mi plato y los cubiertos, le sirvo a mi dálmata una porción de perrarina en su envase y mientras está ocupado engullendo me encargo de recoger la ropa que Allan dejó en la sala al llegar y arrastro la maleta a nuestra habitación. Estoy doblando la camisa con la que debió llegar anoche cuando noto una mancha en el lado izquierdo del cuello, la mancha está rosada y un poco borrosa, como si la hubieran intentado lavar.

Infiel.Where stories live. Discover now