Capítulo 16: Evidencia.

7.5K 335 12
                                    



Me doy la vuelta con incomodidad, por alguna razón parece que estoy sudando aunque no siento calor. Cubro mi rostro con la almohada por los rayos de sol que entran por la ventana directo a mi rostro.
Siento que Nathan me empuja un par de veces por la espalda, lo escucho balbucear palabras sin sentido y al final me veo obligada a levantarme para averiguar de qué se trata su inquietud.

El rubio está literalmente temblando y se notan las manchas de sudor en su franela por las zonas del cuello, pecho y debajo de los brazos. Eso explica el sudor que sentía. Restriego mi rostro para asegurarme de que estoy viendo bien y no se trata de algún tipo de juego cruel por parte de mi cerebro.

–Nathan– lo llamo. Coloco una mano en su pecho y lo zarandeo–, Nathan, despierta.

Me toma un poco más de dos minutos hacerlo abrir los ojos, prácticamente brinca agitado.

–¿Estás bien?– pregunto con preocupación y un par de veces asiente confundido.

–Fue una pesadilla– dice.

Su mirada está perdida como si su mente siguiera reviviendo la pesadilla. Me pongo de rodillas y lo abrazo acariciando su espalda suavemente. Su respiración poco a poco se regula al igual que los latidos de su corazón, después de un rato él se aleja y sale de la cama en dirección al baño. Lo observo con el ceño fruncido. Un par de minutos después regresa.

–Lo siento, no quise despertarte– expresa volviendo a la cama, niego con la cabeza.

–No te preocupes– le digo, agarro su mano y dejo un beso en sus nudillos–, ¿son usuales tus pesadillas?

–Cada vez menos, debí mencionarlo antes de acostarnos.

–Y están relacionadas con tu estrés postraumático, ¿cierto?– aventuro, asiente y recuesta su cabeza en mi hombro.

Entiendo que no tiene ganas de hablar al respecto, así que no lo presiono y lo acojo en mis brazos hasta que esté listo para dejarme ir.


Pocas horas más tarde Nathan tenía que ir a su terapia. Me ofrecí a acompañarlo, pero dijo que prefería hacerlo solo, por lo tanto, me quedé en el departamento con Pongo porque temía salir sola, que Allan me encuentre y no tenga forma de huir.
No hay mucho que pueda hacer en un lugar ajeno a mi vivienda, me mantengo dentro de los límites de lo que el rubio me ha mostrado sin curiosear entre los cajones de su habitación o el closet. Con Allan tampoco tenía acceso a aquellos lugares donde ponía sus objetos más personales, la diferencia es que él no era para nada transparente y Nathan parece ser una persona muy abierta, aunque sé que necesito más tiempo para conocerlo mejor.
Me gustaría ver cómo está Allan, ya que estamos en el punto de quiebre de nuestra relación, ¿está pensando en mi como yo en él?

–¿Ya puedo ver?– pregunto por tercera vez, poniendo mis manos sobre la venda que cubre mis ojos–. ¿Dónde estamos?

Las manos de Allan siguen en mi cintura guiándome a ciegas.

–Falta un poco– dice. Doy varios pasos hasta que me detiene–. Voy a soltarte, pero todavía no puedes quitarte la venda.

–De acuerdo– murmuro y hago un puchero.

Escucho una llave entrando en una cerradura, espero impacientemente por un par de segundos hasta que me hace dar otros tres pasos y siento el cambio de temperatura. Mi ceño se frunce, siento las manos de Allan en mi rostro y remueve la venda.

–¿Qué se supone que estoy viendo?– inquiero sorprendida.

–Bienvenida a su departamento señora Rider– anuncia con una sonrisa y hace una reverencia.

–Espera... ¿qué?– sigo atónita, él ríe.

–En realidad es donde vamos a vivir los dos, pero los papeles están a tu nombre– explica orgulloso.

–¿Compraste este departamento para mi?

–Sí, es lo menos que puedo hacer por casarte conmigo– admite rascando su nuca. 

–¡Allan, esto es...!– no logro encontrar una palabra para describir mi emoción en este momento y salto a sus brazos besando todo su rostro– ¡Ah!, te amo, te amo, te amo, ¡te amo!

–Espero que no lo digas solo por el departamento– comenta con diversión.

–¡Sabes que no!– chillo y me aferro a él con más fuerza– ¡Gracias, te amo!

–Yo te amo más, mi amor.

La puerta del departamento se abre y me sobresalto saliendo del trance en el que me encontraba. Me giro hacia la entrada.

–¿Estás bien?– pregunta adentrándose en el departamento, asiento apartando la mirada.

Llevo mis manos a mis mejillas y seco las lágrimas que no había notado hasta ahora.

–Es culpa de la cebolla– señalo el vegetal que había picado hace al menos media hora.

Nathan se acerca y besa mi sien para luego ayudarme a servir la comida. Extrañamente ambos comemos en silencio, se podría decir que estábamos decaídos por una u otra razón, posiblemente no le había ido bien en su terapia y yo siento la necesidad de ver al hombre que me engaña no con una mujer, sino con muchas más. Tal vez en otra situación él me habría hecho reír o yo a él, pero ninguno de los dos tiene el ánimo suficiente para hacerlo.
Terminamos de comer al cabo de veinte minutos después, la mayoría del tiempo sólo estuvimos jugando con los vegetales o bebiendo agua. Incluso le lancé un poco de carne a Pongo.

–Nathan– lo llamo desde el sofá y asoma su cabeza desde la puerta de su habitación un par de minutos más tarde–. Dijiste que tenían la evidencia de Allan, para comprobar las infidelidades, ¿puedo verla?

–Sí, claro– afirma, se acerca con su celular y teclea unos segundos antes de extendérmelo.

–¿Te importa si lo veo a solas?– pregunto.

–Para nada, estaré en mi habitación– expresa y se marcha.

Sostengo el celular en mis manos durante unos segundos, solo mirando la pantalla. En la galería de imágenes hay varias carpetas, una de ellas lleva el nombre de mi esposo y la abro. Hay muchas fotos tomadas desde lejos, todas con mujeres diferentes y haciendo diferentes actividades.

En la playa con una castaña de más o menos mi edad, en un restaurante con otra rubia un poco mayor, en el centro comercial con Skyler, el cine, el teatro... A Allan ni siquiera le gusta el teatro, en una tienda de cosas para bebés con una mujer morena que parece ser al menos tres años mayor que él. Mi ceño se frunce. ¿Por qué estarían en una tienda de bebés?, ¿Allan quiere hijos?. También hay otra foto con la misma mujer de color saliendo del hospital, pero su rostro no se ve muy bien. Ella está cargando a un bebé. Salto al único video que hay y lo reproduzco.

Allan sale de una casa en compañía de la mujer morena, puedo ver su rostro y debo admitir que es muy hermosa; tiene dientes perfectos, su cabello negro es más rizado que el mío y lo usa corto. Solo viste una bata de baño para cubrirse, conversan unos minutos hasta que un niño aparece aferrándose a la pierna de la mujer. El infante ha de tener dos o tres años a juzgar por su forma de caminar y tamaño. Allan se agacha, lo carga y le da un beso en la cabeza, se lo entrega a la mujer y se despiden con un beso en los labios. El video termina.

Tiene un hijo. Tiene. Un. Hijo.

Infiel.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن