capítulo uno.

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— ¿Acaso no entiendes que nunca te hará caso? ¿eres estúpido no?

— Simplemente es un maldito idiota.

— Aparte de idiota es un tremendo maricón.

Aquel muchacho tomó al débil chico por los cabellos e hizo que lo mirara a los ojos, resoplando exageradamente contra su rostro pudiendo sentir lo disgustado que estaba.

— Vas a acabar sólo ¿entendiste?

El menor no tuvo más remedio que asentir lentamente, el dolor que recorría su cuerpo era inmensurable, sus rodillas tan solo quemaban gracias a los raspones y ni hablar de su mejilla izquierda la cual tenía arañazos por parte de los atacantes, hileras de sangre la acompañaban a su alrededor.

— Ya... Ya déjame, por favor.

Al verlo tan sumiso ante él le sonrió macabramente, para seguidamente empujar su cuerpo mientras lo soltaba, cayendotal cual saco de papas.

Para tener una contextura delgada a comparación de él, tenía muchísima fuerza.

— Ya lo castigaste, Sicheng, ya sueltalo.

— Vámonos ya, Sicheng, o nos verán.

Uno de los muchachos toqueteó dos veces el hombro de Sicheng para que dejara de prestarle atención a Jungwoo que seguía en el piso con la mirada totalmente perdida, en algún punto del canchón detrás de la escuela.

Y después de tanto palabreo, los tres chicos abandonaron el lugar, dejando el golpeado cuerpo de Jungwoo tirado como cualquier cosa.

“¿qué mierda les hice?” pensó.

Llegó a su casa como pudo, cojeando pero pudo llegar. Agradeció internamente por no llamar la atención de nadie ya que su vecindario estaba completamente vacío, nadie podría ver lo tan triste y adolorido que se encontraba.

Otra vez... ¿Por qué otra vez con lo mismo?

Esos golpes y amenazas que se estaban acostumbrando a inundar la solitaria vida de Jungwoo, esos golpes y amenazas que encontraba totalmente estúpidos, pero que no podía devolver por miedo a que viniese algo peor, esos golpes y amenazas que lo esperaban por actuar de la manera más normal.

En serio ¿Cuál era el problema? No hacía nada malo, pero ante los ojos de Sicheng y compañía, era lo peor y lo más irreparable del universo.

Se sentó en su acogedor sillón, por lo menos ya estaba lejos de ellos.

— Auch.

Se quejó de su estómago, seguidamente de su cadera y sus piernas.

Se levantó de golpe y sintió sus huesos chirriar como una puerta oxidada, a paso lento se dirigió hacia el fregadero de su cocina para lavar sus heridas con paciencia, con la vista borrosa debido a sus ojos que estaban hinchados.

Hasta llorando era guapo.





— En serio no los entiendo...

Nuevamente se quejó cuando comenzó a secar su rodilla izquierda con una toalla suave, quitando todo rastro de sangre aunque gotitas se derramasen por sus pantorrillas hasta marcar el piso con pequeños pero resaltantes puntos rojos.

Sus cabellos castaños, hace poco tintados de un resaltante naranja gracias a una travesura de su primo, cubrieron sus ojos en cuánto decidió mojarlo con el agua del caño, lavando después los arañazos de su mejilla, la piel de esa zona le ardía muchísimo y temía por no saber cómo cubrirlo, ya que al observarse en el espejo se le zarparon los ojos. Sus labios estaban igual de heridos por las cachetadas que recibió, pero no eran tan notorias, así que estás serían más fáciles de cubrir.
Sintió sus pestañas humedecerse por las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, hasta que desató en llanto.

Ese aspecto angelical se había visto dañada por un tipo celoso y dos cómplices que lo seguían en todo.

— Como deseo que... que me dejen en paz...

Se sobresaltó un poco al sentir la fría crema cubrir su mejilla y rodilla, acostumbrándose después e invadiéndole un sentimiento de relajo, sintiéndose un poco mejor al ver como esos incómodos ardores se comprimían y desechaban por unos largos minutos.

Sí, hizo un buen trabajo.

“Extraño a mi mamá” pensó para luego mirar el reloj de la pared de la sala, no faltaba mucho para que ella saliera del trabajo y Jungwoo todavía no sabía que excusa inventar para su rodilla y mejilla marcada.

Presionó su nariz contra un pedazo de papel higiénico, deshaciéndose de los molestos mocos que descendían debajo de sus fosas nasales por estar llorando, calmándose para poder examinar todo lo que había pasado hace un par de horas y tratar de entender al chino y a su grupo de lamebotas.

— Puedo aceptar amenazas y hasta pequeños empujones, pero esto... ¿Y todo por hablarle a él? Definitivamente, está loco. Están locos.

Días. #YUWOOWhere stories live. Discover now