Capítulo 7 / Secuestro (Actualizado)

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La experiencia no fue como cuando me bañaba en la regadera. De hecho, estuve en lo que parecía ser un jacuzzi de esos que solo ves en sitios como hoteles y casas de ricos. El baño no era como el cuartito pequeño en el que me metía a bañar todos los días allá por mi antigua casa. Más bien parecía una habitación entera. Creo que incluso hasta la cama podría entrar en ese enorme espacio que quedaba entre el retrete, el área de la regadera y el jacuzzi.

Pese a lo incómodo que resultó bañarme en jacuzzi—y dejar que aquella chica me bañara además—disfruté mucho del baño, aunque debo confesar que sentí un poco de pena cuando aquella muchachita me llegó a ver completamente desnuda y ahora yacía allí echándome la mano lavando y a la vez enjuagando este bello cuerpo que ahora mismo poseo.

—Me parece mentira que ya no sepas como bañarte, Ania de la Rosa—replicó aquella jovencita—. Pero bueno, es posible que el estar muerta por ese par de minutos te haya dejado medio tonta o algo por el estilo. Pero no te preocupes, hermana. Aquí voy a estar contigo, ayudándote en todo lo que pueda...— ¡Vaya! ¿Tengo una hermana y era esa linda muchachita? ¡Qué notición! Menciono esto porque, desde que era niño siempre deseaba tener un hermanito. Y ahora que lo veo ese deseo de niño se me hizo realidad, aunque con una linda chica de hermanita—. Oh Ania... No tienes idea de lo mal que me sentí cuando me enteré de tu muerte. Fue una mala idea haber ido en ese lugar de poca monta, con esa bola de inútiles ninis que solo se la pasaban tomando y tomando y encima tú que me llevaste de paso. Pero ¿ya ves? Te dije que era una mala idea salir con esa gente y allí está el resultado. Hermana, yo te quiero mucho, y pese a que tú ni siquiera sientas lo mismo por mí, y encima me agarres de tu pendeja para lo que se te venga en gana, no sé si por pura maldad lo haces, solo quiero que sepas que yo siempre seré tu hermana, siempre te querré mucho, y me alegra que ahora mismo sigas con vida.

Aquella chica siguió hablando a la vez que la seguía escuchando. Yo no decía una sola palabra, pues no sabía qué cojones decirle a mi... hermanita nueva. No la conocía en absoluto, jamás la había visto y tampoco me sentía con el placer de conocerla que digamos dadas las circunstancias. Vamos que, si en este momento fuera un hombre, un chavito como de su edad, tal vez las cosas serían distintas en esta burda historia de mi vida. De mi nueva vida ahora siendo una mujer.

Minutos después de haber acabado y salido del cuarto de baño, estando ahora en lo que parecía ser mi habitación, me puse a pensar en muchas cosas. Comencé a hacerme preguntas, empezando por saber, ¿quiénes eran esas personas con las que estuve durante el día? ¿Qué hacían? ¿Qué roles jugaban en la vida de esa tal Ania de la Rosa? Y sobre esa hermanita que ahora ya tenía, ¿qué tan buena o mala es con Ania? Hace un rato esa chica dijo algo de que Ania no la quería, pero ella si que la quiere y mucho. Bueno, me quiere mucho, a pesar de las "cosas" qué supuestamente yo misma le hiciera.

También me preguntaba el por qué carajos sigo en este lugar cuando lo que debería estar haciendo es ir directo a mi barrio, ubicar mi verdadera casa, a mi verdadera madre Mirsa y decirle de una buena vez por todas que soy yo, Alfonso, solo con otro cuerpo y vivir mi vida de antes. Estoy vivo y eso era lo que me importaba. Estar vivo para ir de vuelta a donde pertenezco, a mi barrio, en mi casa, con mi madre, mi novia Elena, mis amigos de la universidad. Hacer como que no pasó nada... ¡No, espera! Sí pasó. Ahora que lo veo, si pasaron cosas, empezando por mi nueva apariencia física. Físicamente atractiva por fuera pero por dentro hecha un caos. Seguramente si pisara por mi barrio, los chicos de allá me verán aunque con otros ojos, me dirían de cosas o tal vez sólo se limiten a verme y... ¡Qué situación más complicada! ¡Rayos! Creo que ahora ya empiezo a entender a las mujeres cuando dicen cosas relativas a su apariencia física y los chicos.

Habiéndome visto física—y un poco psicológicamente—, denoté que no debería estar aquí en este lugar. Que debería escaparme de allí y volver con los míos, encontrar a ese ladrón que le robó el bolso a mi novia Elena y hacer que pague por lo que hizo. Ese es la razón principal del por qué volví aquí. Y sigo aquí, en este bien organizado y cursi cuarto de habitación de mujer adolescente.

Un par de horas después, por la noche...

Por lo que había visto, en este lugar todo el mundo acostumbra a dormirse no más de las once de la noche, lo cual está bien, pues en mi otra vida acostumbraba a dormir siempre temprano y no más de las diez. Incluso hasta mi "hermanita" Clarissa ya se había ido a su habitación a dormir tras haber estado conmigo hace un momento solo para ayudarme a ponerme la pijama de noche a la vez que no dejaba de platicarme de sus cosas. Y ahora que todo el mundo se fue a dormir, aprovecharía la ocasión no precisamente para hacer lo mismo sino más bien para intentar escaparme de este lugar. Muy buen sitio, excelente para gente millonaria y todo, pero es que yo no me siento muy a gusto aquí, siento que esto no es mi ambiente y jamás me acostumbraré a ello. Así que voy a hacer lo que seguramente sería impensable, incluso hasta para una... para una chica de mi condición como yo, debo decirlo.

A pesar de mis intenciones de salir de allí, caí en la cuenta de que no tenía un plan a la mano cumplir con el objetivo. Madre mía la que se me complica. Aunque no. Resulta que, en que llegué a este lugar y me instalé en él, noté que el sitio tiene ciertas zonas donde es posible escaparse. Noté por la tardecita que el mismo tiene una salida por la parte de atrás, atravesando un gran jardín que hay detrás del lugar. Tal vez sea por donde entra y sale la servidumbre o algo así. Por allí podría escapar.

Rápidamente—y a cómo pude, pues sentía que no podía caminar más rápido por mis benditos jadeos—comencé a acercarme a esa zona. Y una vez que llegué a esa bendita puerta—misma que, por suerte, no estaba siendo vigilada, lo que sería raro que ocurra algo así, pero por mí está más que bien—, comencé a respirar hondo, y justo en el momento en que iba a abrirla sentí una voz que me llamaba.

—Ania, ¿qué estás haciendo? —decía esa voz. Al voltearme, advertí que era mi hermana la que me estaba hablando.

CONTINUARÁ...

La pasión de Ania (Edición Mejorada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora