Capítulo 23 / Epílogo

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Aeropuerto Internacional de la Ciudad

3 Meses Después...


— Bien, ya estamos aquí, hermanita—decía Clarissa a su hermana Ania, tras haber preparado todo para el viaje—. Una lástima que no quieras ir conmigo, Ania. Me voy a sentir muy sola allá en Europa.

—Las ganas de irme contigo no me faltan, hermanita—justificaba Ania—. Pero ya te dije la razón por el cual no puedo acompañarte. Tengo que dejar toda la reestructuración de la empresa lista y confío en que Perla, la que fuera asistente de nuestro padre, y ahora siendo vicepresidenta, sepa dirigirla muy bien en mi ausencia.

—No conocía en persona a la asistente de papá—decía Clarissa, recordando esa vez en que ella había ido con su hermana a la oficina matriz de la empresa que fuera de don Raúl Samperio—. ¿Quién lo diría? Ahora parece ser que las mujeres de la familia mandaremos sobre la empresa de nuestro padre de ahora en adelante.

—Si. Así es, hermanita. A pesar de lo mucho que ya hemos avanzado en esto, aún quedan algunos pequeños detalles que revisar, no falta mucho. Te aseguro que pronto me reuniré contigo hasta Bélgica.

— ¿Sabes, Ania? Me siento un poco extraña. Aún recuerdo la última vez que viajamos todos, tú, yo, mamá, papá. Y ahora nosotras, solas y sin la compañía de nuestros padres.

—No te pongas así, Clarissa—advirtió Ania al ver la expresión de tristeza de su hermana, como si ésta última recordara esa vez en la que sus vidas estuvieron en peligro cuando habían sido secuestradas—. Ellos están allá arriba, mirándonos, viendo cómo disfrutamos de nuestras vidas, de aquí hasta que nos hagamos viejitas y nos volvamos a reunir con ellos allá, a donde nadie más ha vuelto.

—¿Cuándo vendrás a Bélgica, Ania? En serio, me voy a sentir muy sola allá, entre tanta gente extraña.

—Pues si todo queda bien, en unos dos o tres días me reuniré contigo. Nomás me dices en dónde te alojaste, ¿va?

—Sí, está bien, Ania—. Y Clarissa se abalanza sobre su hermana y la abraza fuertemente—. Te quiero mucho, hermana.

—Yo también, Clarissa. Yo también te quiero—respondió Ania correspondiendo a ese gesto de noble sentimiento desplegándose en su hermana—. Me echas un telefonazo cuando llegues allá, ¿ok?

—Sí, hermana, está bien.

Acto seguido, las dos chicas se fueron despidiendo. Clarissa se fue alejando poco a poco hasta llegar a unos filtros de seguridad, que daba paso al área de abordaje; mientras que Ania se quedaba de pie, viendo cómo su hermana se iba alejando de ella poco a poco hasta perderla de vista por completo. Con esto, se dio por sentado que ellas estarán separadas por unos días, hasta que se vuelvan a ver en algún punto de Bélgica.

Fue cuestión de unos minutos cuando Ania, desde los ventanales de aquel enorme edificio, fue testigo de cómo el avión en el que iba a bordo su hermana iba despegando hasta quedar poco a poco por los aires. "Te veré luego, hermanita", decía ella para sus adentros, como si deseara que aquel mensaje llegase por los oídos de su hermana.

Una vez que el avión se perdió de la vista de Ania, la chica se fue alejando de allí, cuando se vio sorprendida por una inesperada aparición de una persona, que seguramente conocía.

—¿Daniel? —decía ella, con una cierta familiaridad. Era como si conociera a esa persona que no se había esperado estuviera allí—. No esperaba verte por aquí.

—¿Ania? ¿Qué haces aquí? —decía esa persona, igualmente sorprendido por ver a Ania.

—Supongo que lo mismo que tú, viendo despegar ese avión.

—¿También te despediste de alguien?

—Sí. A mi hermana.

—No sabía que tenías una hermana. Como tampoco esperaba verte aquí. ¿Cómo has estado?

—De maravilla, doctor. De maravilla. ¿Y usted?

—Igual. Por primera vez en mi vida me siento con la plena satisfacción de haber cumplido una misión, muy difícil para mí, pero el resultado ha sido pleno. Me siento profundamente satisfecho.

—Me alegra que te haya ido bien con eso, Daniel.

—Es igual, Ania. De cualquier manera, tengo que continuar con mi vida, con todo lo que eso implica.

El galeno se fue alejando de allí, poco a poco, aunque no pudo evitar la belleza de la chica, a quien por cierto se le ocurrió la brillante idea de...

—Ania, me estaba preguntando si te gustaría tomar un café conmigo y conversar sobre la vida.

—Pues de momento no tengo nada que hacer, así que, claro que sí, ¿por qué no?

—Excelente. ¿Te parece bien en alguno de los tantos cafés que tiene este aeropuerto? No me gustaría ir tan lejos ni a ti tampoco hacerte perder tiempo.

—Como tú veas—decía ella, aceptando gustosa la invitación del médico.

—Perfecto. Disculpa que te haya titubeado. Es solo que, desde esa primera vez que nos vimos yo...

—No te preocupes, doctor. Yo también sé titubearle a la gente sin pedirle permiso.

—¿En serio? Bueno, verás, la persona con la que me despedí hace un momento era mi hermano. Hacía mucho que no lo había visto. Y después de unos meses que estuvo aquí, tenía que irse a Europa. En todo este tiempo que estuve con él, estuve pensando en muchas cosas, en cosas de mi vida que debería revisar y...

El doctor Basurto platicaba con Ania mientras ella iba prestando atención a su charla, a la vez que se iban acercando al café más cercano de la sala de espera, donde se quedarían a platicar por un buen rato.

Y durante ese momento de plática sobre la vida y sus complicaciones, una cierta química despertó en aquellas dos personas. Por primera vez, en Ania de la Rosa y el doctor Daniel Basurto comenzaría a dar inicio lo que sería una de las experiencias más hermosas jamás antes pronunciadas por las personas: el amor. Sí, ese amor que se suele dar entre parejas, ese amor que nace a partir de un sentimiento mutuo entre dos personas, ese sentimiento tan difícil de explicar con palabras y tan fácil de sentirse con el corazón. Un sentimiento tan complicado y a la vez fácil de manifestarse.

A partir de aquella conversación de cafetería, surgiría una nueva vida de muchos colores para aquella pareja de conocidos, que iría desplegándose cuan arcoíris después de una fuerte tempestad, brillando a todo lo que daba.

Así pues, el principio de una nueva vida para Ania de la Rosa Samperio González no había hecho más que comenzar.


FIN





La pasión de Ania (Edición Mejorada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora