Capítulo 22 / Un asunto de vida y de muerte

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Dentro del bosque ubicado en las afueras de la ciudad

Un buen rato después...


ALFONSO

Tras obtener el frasco con aquel jugo al que solo podía tomarme de un trago como si no hubiera un mañana, se me ocurrió volver de vuelta al lugar donde estaba Clarissa. Y nada más llegando allí me llevé una gran frustración y desilusión al ver que, una vez más, ya no pude hacer nada por prevenir que le ocurra algo peor. Había visto el estado en el que se encontraba, en el cómo a la pobre la habían hecho algo más que solo amarrarla y dejarla allí cuan rehén. ¡Malditos hijos de su puta madre! ¿Pero quién fue capaz de...? Y supe de inmediato lo que había pasado porque cuando ya estaba en los interiores de aquella cabaña, fue que noté que a ella le hacían falta parte de sus ropas, estaba en posición de ovillo sobre la silla y llorando amargamente. Y fue allí donde, en mi mero coraje, saqué el frasco con la pura intención de tomarme de un golpe aquel trago. Sin embargo, recordé las palabras de Mildred: "Un solo trago de aquella bebida y sólo tendrás unos minutos para poder mover cualquier objeto". Por lo que solo me limité a apretar muy fuerte el frasquito y me lo volví a guardar en el bolsillo. "Esto lo tengo que reservar para lo último, para cuando Ania se enfrente a esa maldita vieja", me dije para mí mismo. "¡Esto jamás se los voy a perdonar! Por hacerle esto a Clarissa la pagarán caro y con intereses. Pero ¿por qué a ti, Clarissa? ¿Por qué? Mi amor... Pero juro que te vengaré, no sé cómo ni de qué forma, pero te prometo que esto no se va a quedar así".

Y allí estaba Clarissa, sola en esa horrible silla, llorando amargamente y yo sin poder hacer nada. Al menos no de momento. Estando de ovillo y encima de aquel mueble, en forma repentina, pobre empezó a rascarse fuertemente hasta provocarse heridas, como si la experiencia de haber sido abusada sexualmente le hubiese provocado una irritación insoportable por todo el cuerpo y no pudiese aliviarlo por más que lo intentara. Me dolió mucho verla en esa situación. Sentía unos enormes deseos de abrazarla, consolarla, decirle que pronto saldría de esta situación y hacerle ver que pronto saldría de esta pesadilla. No obstante, dado que no podía tocarla físicamente, tuve que poner mi brazo encima de ella y hacer como que la estaba abrazando. No era en sí una buena forma de consolarla, puesto que en realidad solo estaba colgando mi brazo por encima de ella, como si fuera a abrazarla. Ni aún así podía sentirla, pero al menos crearía la impresión de que la estaría abrazando y así ella se sintiera mucho mejor aunque no sea cierto. Verla en ese estado no solo me rompía el corazón sino también el alma.

No solo deseaba tocarla y sentirla, también quería que me sintiera, siquiera para que supiera que no estaba sola y que, aunque no pudiera verme y que solo fuera un simple fantasma delante de ella, estuviera allí para ella. Nuevamente volví a sentir la tentación de sacar el frasquito de jugo naranja de mi bolsillo y tomármelo de una buena vez. Sin embargo, volví a recordarme que tenía que guardarme ese dichoso frasquito con el brebaje raro, para que cuando llegara el momento apropiado lo pudiera usar. En concreto, esperaba el momento en el que se supone que Ania de la Rosa se enfrentaría a su propia madre, para que así también yo pueda apoyarla, ayudar a detener a su madre de asesinar a Clarissa y así conseguir liberarla y escapar de allí.

Por mi mente ya se cocinaba un plan a fuego lento, pero esperaría ejecutarlo solo cuando llegue el momento apropiado. Si todo salía bien, podría asegurarme conseguir dos cosas: La primera, la liberación de Clarissa de este horrendo sitio y de las garras de su propia madre; y la segunda, que Ania de la Rosa no termine muerta a manos de doña Isabel, en su intento de rescatar a su propia hermana. Solo así las cosas podrán resolverse y finalmente su madre acabará pisando los separos, junto con el pendejo de su achichincle, su novio o quien sea que esté con ella y que estoy muy seguro de que él fue quien abusó de Clarissa.

La pasión de Ania (Edición Mejorada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora