Dos

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Escuchamos atentamente, las manecillas del reloj son lo único que mantiene vivo el momento en la cafetería. Miramos la escena ante nosotros, las dos chicas están sentadas la una frente a la otra. Peridot observa directamente a Lapis, Lapis hace lo mismo.

El sonido de un aullido a la lejanía rompe el semblante tímido del ambiente. Peridot es la primera en moverse, toma la taza de café, bebe un trago. Podemos ver como su garganta se deforma a medida que el líquido pasa a través de ella. La sombra en el suelo cambia con sus movimientos.

Baja la taza y la pone en la mesa nuevamente, sonríe y solo entonces, habla.

- Los canes suelen aullar a lo desconocido a mitad de la noche – Peridot mira hacia la ventana.

Nosotros también, las luces neón se alzan entre la penumbra, una pista de punk se escucha a la lejanía, apenas perceptible es capaz de alcanzar nuestros oídos.

- ¿Necesita algo más? – Lapis llama nuestra atención.

Giramos rápidamente, la observamos, tiene el entrecejo levemente fruncido, también traga saliva de vez en cuando. Lo entendemos, sentimos su miedo.

- Me gustaría una tarta de queso – Peridot mira hacia el mostrador, como si quisiera definir bien su pedido – sí, una tarta de queso.

Lapis asiente, se levanta y la observamos caminar, con pasos firmes, mecánicos, casi como un robot. Escuchamos una risa, parece ser Peridot, sin embargo, lo dejamos pasar. Pronto, Lapis lleva la tarta y la posa delante de Peridot. Ella nuevamente le pide que tome asiento. Lapis lo hace.

Peridot toma un pedazo con los cubiertos y lo extiende frente a Lapis. Ella se extraña, pero finalmente niega el extraño ofrecimiento.

- ¿No te gusta? – Peridot pregunta mientras come el pedazo.

- Soy vegana – contesta.

Peridot abre los ojos, observamos el movimiento de las pequeñas pecas en su rostro.

- Nada animal, ¿cierto?

- Nada animal.

La conversación parece natural, podemos sentir como los músculos de Lapis se relajan un poco. Parece estar más cómoda.

- Los animales son parte de la cadena alimenticia, según el egocentrismo del ser humano, este está en la cima – vuelve a comer otro pedazo de tarta – sin embargo, no sería así, si otra especie más fuerte e inteligente llegara.

- ¿Tienes alguno en mente? – escuchamos la voz de Lapis.

- Vampiros – dice sin más y bebe café nuevamente.

- ¿Vampiros?

Peridot asiente.

Masca la comida lentamente, se toma su tiempo de apreciar los sabores antes de contestar. Un grupo de personas llaman nuestra atención, sus piernas en movimiento se reflejan en la ventana, Lapis los observa junto a nosotros, entonces, admiramos a Lapis, hay melancolía en su rostro, puede que un deseo triste se manifieste en su subconsciente.

- La ausencia de la compañía nos mantiene primitivamente en un constante anhelo de cercanía – Peridot llama la atención de Lapis y la nuestra – tu ello lo necesita, pero el superyó egocéntrico e independiente obliga a tu yo a negar ese deseo.

-¿Cómo? – Lapis parece desconcertada.

- Si, los vampiros existieran, ellos estarían sobre nosotros, al igual que el ser humano se alimenta de plantas y animales, el vampiro, solo necesita sangre – termina el postre por completo – humana por cierto, lo que nos deja por debajo de ellos.

- Pero no lo hacen – Lapis susurra.

- Pero no lo hacen.

La campanilla suena nuevamente, Lapis se levanta. Observamos en su dirección, una mujer entra acompañada de una pequeña. Por la edad que aparenta la piel desgastada de la mujer, podemos decir, que es la madre de la niña.

Entonces la campanilla suena tres veces más, una pareja, un anciano y un hombre de traje. Todos ocupan diferentes lugares. Lapis mira en dirección a la mesa de Peridot. Nos acercamos y enfocamos la vista en la mesa, la taza y el plato vacío están ahí, también un par de dólares pero.

Algo cambio. Peridot ya no está.

Entonces la campanilla suena nuevamente.

Alguien ha dejado el lugar.

La chica del café Where stories live. Discover now