Uno

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Nos encontramos en las calles de vancouver. Son las once de la noche y vemos cómo los pasos de las personas, varían entre el frío viento de otoño.

Hombres con traje y corbata, corren bajo las luces neón de las calles, buscando un transporte o tratando de tomar el último tren de la estación.

Jóvenes que escuchan música pop, bajo la luz de las grandes pantallas publicitarias de los edificios, vagando y teniendo conversaciones, que poco a poco, pierden coherencia mediante llenan su sistema de alcohol.

Los automóviles aún se mueven en montones, trazando líneas en la calle, con luces rojas y amarillos.

A pesar de la hora, aún hay movimiento.

La ciudad, parece un conjunto de venas, un ser vivo gigantesco que se prepara para descansar.

Pero, la ciudad no nos interesa.

Miramos a nuestro alrededor, calles, hombres, mujeres, edificios y ¡bingo!.

Un pequeño establecimiento de café llama nuestra atención. Atravesamos la puerta, ahí, nos enfocamos en la estructura del lugar.

Hay seis mesas, sillas de madera, un tocadiscos un poco viejo. Las luces son suaves, sombras oscuras se forman cubriendo la mayor parte del lugar.

El lugar está medianamente lleno.

También hay una barra, un pequeño mostrador de aperitivos y pasteles. Tras la barra, hay una chica, cabellos azules y piel morena, su nombre es Lapis.

¿Sus apellidos?, no los sabemos, sólo la llamaremos Lapis.

Nos acercamos, la observamos detenidamente. Lleva una pequeña coleta, una camisa blanca de manga corta, unos Jean algo gastados y zapatillas converse blancas. Un mandil de color negro, la protege de cualquier suciedad.

Tiene un perfil suave, cuerpo delgado y, el entre cejo fruncido, su mirada no se despega de la libreta blanca, llena de números. Parecen ser cuentas del establecimiento.

Entonces, murmullos ajenos llaman nuestra atención. Miramos alrededor, los clientes comienzan a partir. La mayoría, adultos y uno que otro joven.

Al final, sólo dos mesas quedan ocupadas. Al final, en la última, un hombre de edad avanzada permanece bebiendo una taza de café y leyendo un libro de física.

En la segunda mesa, una chica de tez pálida, alta y de cuerpo delgado, casi desnutrido, permanece bebiendo, al igual que el anciano, café. Pero ella permanece observando su teléfono. No hace nada más.

Volvemos a la barra, algo cambió. Lapis ya no está ahí, la buscamos. Ella está limpiando la cuarta mesa. Está algo sucia, así que le tomará algo de tiempo. Miramos el reloj colgado de la pared.

Pero antes, nuestra atención se centra en la gran ventana de cristal a un costado de las primeras tres mesas.

Las calles, apenas y son pisadas, los autos han cesado.

Volvemos al reloj, marca las once cuarenta de la noche.

Un suspiro de Lapis, hace que nuestra atención se centre en ella nuevamente. Ella está acompañada, la chica pálida está pagando por su bebida.

-Que tenga un buen camino de regreso - Lapis sonríe y la chica le agradece, para después salir del lugar.

Sólo el Jazz suave, los sorbos del hombre al beber café y la escritura de Lapis, son los únicos sonidos del lugar.

Pero, la tranquilidad del ambiente es interrumpida, cuando la campanilla suena. Un nuevo cliente.

Lapis levanta la vista y observa al cliente y nosotros con ella.

Es una chica, de estatura mediana, cuerpo delgado. Lleva unos vaqueros negros, un suéter de lana oscuro y botas militares. Lleva el cabello rubio un poco largo y enmarañado, sus ojos verdes se esconden tras los cristales de unas gafas, medianamente grandes.

Tiene un aspecto desaliñado, pero, Lapis piensa que es guapa de todas maneras.

La chica entra sin mirar a Lapis y se sienta en la segunda mesa a un lado de la ventana de cristal. Toma la carta y comienza a elegir su bebida. Frunce el ceño y se moja los labios con la punta de la lengua.

Lapis no ha dejado de mirarla.

La chica la observa durante un tiempo, Lapis comienza ponerse nerviosa. Sin embargo, la chica levanta la carta y señala un café frío. Lapis asiente y comienza a prepararlo.

A los cinco minutos, ella le lleva la taza fría y un poco de azúcar.

-¿Azúcar? - pregunta Lapis, acomoda la taza y la chica la levanta, observa detenidamente la taza, después, huele por encima el contenido y asiente.

-Como quieras - responde mientras pone la taza en la mesa nuevamente.

“¿Cómo quiera?”, se pregunta Lapis, piensa que es una broma, pero al ver el rostro de la chica, se da cuenta de que no es así.

Lapis toma la taza y vierte dos cucharadas de azúcar. Comienza a mover la cuchara suavemente.

La chica toma una servilleta y saca un bolígrafo, comienza a escribir.

Nos acercamos, números, sí, ella está escribiendo números.

12,1,2,3,4,5,6...

Ella para en el número seis y tras un momento, vuelve a escribir, 12 nuevamente.

Lapis observa extrañada, doce, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y doce nuevamente.

La chica toma un sorbo del café, ella mira al anciano de antes salir del lugar.

Toma el bolígrafo y tacha el primer número.12.

Lapis frunce el ceño y entonces, el reloj sobre la pared marca la medianoche.

-Por favor, toma asiento. Lapis - la chica sostiene una sonrisa en su rostro.

Lapis no sabe qué hacer.

La chica del café Where stories live. Discover now