🔹Capítulo Nueve🔹

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Capítulo 9: Noche en el cementerio.

Miré la hora en mi reloj una vez más

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Miré la hora en mi reloj una vez más. La pantalla de mi teléfono nuevo marcaba las 19:52. Fue a las 20:00 en punto que me citó el siniestro a través de una carta. Solo espero que sea puntual y no me haga esperar, porque venir a este lugar me da mucho mal fario.

Recuerdo que una vez le conté a mi madre que había soñado con un cementerio donde los muertos se salían de sus tumbas y corrían a atraparme. También recuerdo que busqué en Internet que podía significar esa pesadilla y sólo decía que era un mal presagio de que se acercaba una posible enfermedad. Mi mamá lo negó todo rápidamente, asegurandome que no podía confiar en las cosas que leía en internet porque tan sólo eran personas escribiendo esas cosas. Puras suposiciones. En ese entonces yo era una niña de apenas diez años. Y efectivamente, tres años después si visité un cementerio, pero fue para enterrar a mi padre. Sólo que estoy segura que ese sueño no tenía nada que ver con lo sucedido.

Lo que sucedió se llama muerte, y tarde o temprano nos llega a todos.

Es bastante irónico que justo el siniestro me haya citado en el cementerio, en el lugar donde está enterrado mi padre. Hace un año que no lo visito. No porque no lo quiera, ni porque no lo extrañe, si no porque no le veo nada de humanitario a dejar unas flores en una tumba cada vez que vengo aquí a visitarle. Lo único que ocurré es que las flores se marchitan, porque claramente él no puede disfrutarlas. Prefiero mantenerlo en mi memoria y en mis recuerdos como el buen hombre que fue. Eso es realmente un acto estimable. Porque los recuerdos se conservan, las flores no.

Como es costumbre para mi hablar del clima, déjenme decirles que hoy estaba bastante sereno. No hacía calor ni tampoco frío. Lo único que se escuchaba bajo este silencio, era el viento silvar entre las ramificaciones de los árboles carentes de hojas. Para estas fechas ya el otoño se acercaba, por ello es que no me sorprendía el mal estado de las plantas. Bajo mis pies las hojas secas crujian con cada paso que daba entre la espesa capa de neblina que cubría el espacio abarrotado de tumbas. Lo único que faltaba para completar la cereza del pastel, era que apareciera Jack Skellington a cantar una canción.

No sé que tan buena idea fue la de venir sola hasta acá, pero creo que tampoco quiero llevarle la contraria al siniestro. Por muy tranquilito que se vea, desde la última vez que le vi arrojar esa alcantarilla me quedo bastante claro que sus intenciones no son las mejores. Él no se detiene por nada ni por nadie, asi que es preferible seguir sus instrucciones al pie de la letra. Cosa que nunca hago pero vamos a suponer que por ahora lo haré.

Tal y como él me lo informó en la carta, estaría aquí a las 20:00, y vaya que era puntual el condenado. Ni siquiera me dio tiempo a reposar mi trasero en una de las tumbas, y cerrar mis ojos para tomar una bocanada de aire con aroma a muerto que calmara mis ansias y mis nervios por el horrible entorno que me rodeaba, cuando sentí un aire gélido impactar directo contra mi rostro. Para cuando abrí mis ojos nuevamente, tenía de pie frente a mi esa alargada figura y esos ojos de diferentes tonos de azul tan distintivos que tiene.

Los nueve siniestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora