🔹Capítulo Seis🔹

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Capítulo 6: Salvación.

A veces siento que estoy encerrada en mi infierno personal

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A veces siento que estoy encerrada en mi infierno personal. Qué me merezco estar ahí, de la mano con mis demonios internos, sin escapatoria alguna. En un planeta donde lo que se conoce en este como algo bueno, termina siendo malo. ¿Pero que es algo bueno en realidad? ¿Quién es bueno aquí? ¿Quién no miente? ¿Quién no crítica? ¿Quién no es malo en lo absoluto?

En mi mundo no hay engaños, no hay falsedad, no hay apariencias. Sólo estoy yo, y siempre he estado sólo yo. El problema es que no puedo permanecer mucho tiempo ahí dentro. Solo cuando cierro mis ojos...

Luego me toca abrirlos y darme cuenta que ese mundo no existe, porque jamás podría existir un mundo tan perfecto como ese.

«Despierta Emeline, despierta.»

Dolor.

Liberación.

Incapacidad.

Eso es lo único que mi cuerpo podía sentir en estos momentos. Una mezcla de sensaciones que si bien no eran las más adecuadas ni mucho menos iban de la mano, en este momento se acoplaban a la perfección.

¿Por qué no puedo moverme? Era lo único que repetía mi subconsciente.

«Concéntrate.»

«Mira a tu al rededor.»

Era sólo mi voz interior dándome órdenes.

Esa parte de mi que siempre salía a la luz cuando estaba en una situación peligrosa.

Esa pequeña parte de mi que siempre quería vivir a toda costa.

Una que jamás se rendía.

Que sólo existía únicamente dentro de mí cabeza.

A pesar de no poder enfocar demasiado la vista, porque pequeños puntos de colores salteados en mi campo de visión me impedían ver todo con total nitidez, me di cuenta de que estaba en una sala similar a la de la doctora García.

¿Qué habrá pasado con la anciana?

Nada fue un sueño. Todo fue real. Nos habían capturado. ¿Pero por qué? ¿Que tienen que ver los del psiquiátrico con todo esto? ¿Quién les aviso? ¿Pensarían que estamos locos como piensan que lo está ella? No, no parecía ser eso.

«Debes dejar de pensar tanto si quieres salir de aquí, concéntrate.»

Tenía razón. Siempre la tenía.

No podía moverme. No podía hacerlo porque unos cinturones de un oscuro cuero marrón rodeaban mis tobillos y mis muñecas, sujetandome por completo a la camilla donde estaba acostada.

Los nueve siniestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora