Epílogo

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¡Hola! Les dejo un video al lado para que lo escuchen mientras leen. No se arrepentirán de escucharla, creanme :)

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Faltaba poco, muy poco para que mi vida cambiara por completo. Una simple palabra iba a ser que pasara de estar en un estado a estar en otro. Una simple palabra que me encadenaría de por vida.

Hace más de ya tres años que vivía con Max y con su tío en su pequeña casa. Mi tía decidió vender nuestra casa ya que como vio que no volvería ella no quería quedarse sola en esa casa tan grande.

— ¡Valeria! —Gritó mi tía entrando en la puerta del auditorio. — ¿¡Qué haces aquí!? Se supone que debiste de ir con la estilista hace más de media hora.

—Estoy nerviosa —Dije apretando mi anillo de compromiso. Desde que Max me propuso matrimonio que no me ponía así de nerviosa. —No sé si todo va salir bien....

Mi tía se acercó a mí y me dio una leve sonrisa.

—Querida... —Tomó un mechón de mi cabello y lo puso detrás de mí oreja. —Todo va salir bien... no pasará nada.

—Pero y si...

—Pero nada. Tienes que ir a arreglarte, queda menos de una hora para que comience todo y no puedes quedarte aquí solo por estar nerviosa. —Revoloteó con sus manos. —Ya ven, vamos. —Tomó mi brazo y me jaló hacia la puerta.

Formé una sonrisa al verla aquí a mi lado.

Hoy me casaba. Hace ya seis meses que Max me había propuesto matrimonio debajo de aquel inmenso árbol en la escuela. Me lo propuso el día de graduación. Fue algo muy cursi, pero realmente estaba feliz.

Llegamos a la estilista. Esta estaba hecha una furia y en cuanto me vio llegar salió disparada a hacerme de frente.

— ¡Valeria! ¡Ya me tenías preocupada! Pensé que te habías arrepentido e ibas a dejar al pobre Max en el altar...

—Tranquila, ya está aquí. —La interrumpió mi tía. —Además no creo que Max se quedaría tranquilo si es que ella lo deja. Además Alex ya la tiene en la mira —Me miró de reojo. Yo hice una mueca y me dirigí a mi asiento.

Mi estilista era la esposa del director... de Alex... bueno, aún no sé cómo llamarlo pero luego se me ocurrirá.

Me hicieron un lindo peinado. Constaba de unas trenzas puestas atrás de tal manera que no quedara mechón, exceptos lo de la cara. Dos leves cabellos adornaban mi rostro al igual que todo el maquillaje que me pusieron.

Después de esto me pusieron el vestido. Era muy grande.

Un bordado romántico cubría parte de mi pecho y mis brazos mientras que los demás era al estilo princesa.

Después de terminar todo ambas se quedaron admirando su propia obra.

—Estás hermosa —Dijo mi tía mientras se secaba una de las tantas lágrimas que se le escapaban.

—Eso es verdad... —Le siguió la esposa de Alex.

—Tía no llores —Hice un puchero. —Que arrugas... —Me reí.

Ella quitó inmediatamente su sonrisa.

—Niña tonta, se supone que debes de estar sentimental en estos momentos... —Me reclamó. Yo chaqueé la lengua y me volví a mirar en el espejo. No iba a ponerme sentimental. Ya había llorado demasiado durante los años anteriores como para llorar solo por un día como este. Se supone que debe de ser alegría y felicidad, no de tristeza; además si lloraba se me iba a correr el maquillaje y no quería que me lo volvieran a poner.

Siete razones para no enamorarse ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora