Capítulo 23: Huyendo de mis problemas

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— ¿Cómo se  le ocurre llenar de puntura el colegio y también a sus compañeros? —Me habló el director el cual en este momento se encontraba muy enojado.

Después de que el bote de pintura cayera encima de mi compañero y de mí Max apareció. Iba a hablar con él pero el fierro que puse en la puerta no fue de gran soporte ya que lograron igualmente abrirla. Nos tomaron a los manchados y nos obligaron a venir a la sala del director, el cual es un viejo gruñón. Max nos siguió y ahora está esperando afuera porque la secretaria no lo dejó entrar.

Miré a mi compañero de reojo y este se veía con total calma. Al parecer sí que odia esta escuela… porque cualquiera ya me hubiera echado la culpa de todo.

Volví mi mirada nuevamente al director el cual me miraba con el ceño fruncido, esperando una respuesta.

—No me gustaba el color… —Murmuré y bajé la cabeza mientras hacía una mueca. Puede que sea verdad, pero no podía decir que “Hice todo esto porque quería que me expulsaran” aunque no sería mala idea.

El director tensó la mandíbula y desvió su mirada hacia mi compañero el cual aún se encontraba muy relajado. Al sentir como el viejo lo miraba él lo miró con desgano.

—Señor Hernández —Habló el director —Qué hacía usted también con ese bote de pintura ¿Acaso también fue su plan?

Ya se veía que los ojos se le iban a salir ante e interrogatorio. Estaba tan enojado que la vena de su cuello ya se estaba comenzando a notar, y el color pálido de su piel estaba comenzando a tornarse en rojo.

Hernández desvió la mirada hacia los irritados ojos cafés del director. Se veía que no le interesaba contestarle, pero lo haría solo para no quedar callado.

—El color del uniforme no es el más lindo que digamos, y el color verde no le queda tan mal —Dijo dándole una sonrisa para molestarlo. Funcionó. El director ya no era blanco, si no rosadito de camino a rojo. Dio un golpe a su escritorio haciendo que pegara un mini saltito ya que me había asustado.

—A ambos los expulsaría en este momento —Nos dijo enojado. —Pero justamente tenían que ser ustedes dos. Tú —Dijo indicando a mi compañero —Tienes el mayor promedio, y tú —Me indicó —Tus padres abonaron una gran suma de dinero a el colegio, así que no puedo expulsarte —Soltó y resoplido de rabia, aunque yo creo que era más humo que salía de su cabeza la cual debería de estar ardiendo.

En cierta forma me sentía molesta en pensar de que no voy a poder irme de este tonto colegio, pero también tengo la intriga de saber porque Max está aquí, y s es por la razón que creo ciento un gran alivio.

El director se puso de pie y nos entregó unos papeles. Al entregárnoslos miré el título y decía condicionalidad. ¿Me había dejado condicional, pero no me expulsó? Es casi lo mismo. Si hago cualquier otra cosa me van a echar sí o sí.

—Valeria, Gian, firmen estos papeles. Puede que no se vayan ahora, pero en casi de otro acontecimiento se vayan inmediatamente. —Dijo con el tono de voz más bajo. —Sus apoderados se enteraran de esto y confió en que ellos les darán sus castigos correspondientes, pero mientras tanto ustedes se dedicaran a pitar completamente los muros de toda la escuela —Se cruzó de brazos y nos dio una sonrisa fingida — ¿No les gustaba pintar? Pues ahora disfruten

No era precisamente mi plan el dedicarme a pintar toda la escuela. Con suerte pinto cosas para arte y en este caso solo fue la excepción de la adrenalina al pensar que me iría, pero eso a pintar tanto no me iba a funcionar.

Con frustración tomé el lápiz que me había entregado y firmé a la rápida. Ni siquiera tenía una firma, así que solo puse mi nombre en letras grandes y luego lo rayé. Miré a Gian de reojo. Él se encontraba con la misma calma, pero tenía el ceño fruncido. Miré su hoja y me sorprendió la firma tan dedicada que puso; parecía de caligrafía de un libro, pero tenía muchas letras que no entendía.

Siete razones para no enamorarse ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora