O4; THE PAINTED PIN

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—NUNCA HE jugado a los bolos —admitió Angela, abrochando las agujetas de sus zapatos especiales prestados. Tom la volteó a ver, terminando de atar los suyos.

—¿Qué? ¿Entonces qué hacemos aquí? —preguntó Tom, confundido.

—Bueno, tú si has jugado, ¿cierto? —Tom asintió—. Bueno, me enseñarás a jugar y yo te enseñaré a ser romántico.

Era sábado, a las 3 de la tarde, y el lugar estaba repleto de familias. Habían decidido elegir una línea de boliche que estaba casi hasta el final para evitar encontrarse con fans. Ambos los adoraban, pero no era algo que buscaran a propósito.

—¿Qué nombre quieres usar? —preguntó Angela, llenando la pantalla de datos.

—Spiderman —respondió Tom inmediatamente. Angela enarcó una ceja, juzgándolo silenciosamente seguramente.

—Bien, Spiderman. Yo seré entonces... Black Cat —Tom la miró curioso—. ¿Qué? Siempre me ha parecido muy cool.

Angela caminó hacia la línea de boliche, tomando una de las bolas.

—Primero que nada, no quieres alardear que eres mejor que ella. Eso solo te conseguirá un golpe —dijo Angela—. Ahora ven —Tom se puso de pie, acercándose a ella—. Vas a decirme cómo tirar, asegurándote de usar cada excusa que puedas encontrar para tocarme. Mira, pon tu mano en mi cintura y dime al oído como tirar.

Tom lo intentó. De verdad lo intentó. Intentó tomar a Angela de la cintura pero era incómodo. Luego intentó susurrarle al oído pero Angela tuvo que alejarse riendo porque le hacía cosquillas su aliento. Y después de todo, los dos no habían tirado casi ninguno de los pinos.

—Eres terrible para esto —dijo Angela, tirándose en el sillón frente a su línea de boliche.

—Tú eres terrible en boliche —replicó Tom, haciendo que Angela le sacara la lengua.

Tom vio con una expresión de asco cuando el mesero les llevó su orden. Angela soltó una carcajada al ver su expresión.

—Son la mejor cosa del mundo —prometió Angela. Frente a ellos estaba un plato enorme de papas a la francesa cubiertas de queso amarillo derretido, mayonesa y tocino—. Vamos, pruébalas.

—Eso tapó mis arterias de tan solo verlas —exageró Tom, horrorizado.

—Vamos, Tom.

—Angela, no —Angela sonrió maliciosamente, acercándose peligrosamente a Tom con una de las papas en la mano—. No, Angela.

Angela se lanzó contra él, metiéndole la comida en la boca a la fuerza. Luego, se enderezó, esperando su reacción ansiosa. Tom masticó lentamente, cuidando no decir nada con su rostro.

—Son horribles —dijo Tom lentamente, tomando otra de las papas en el plato y comiéndola—. Espantosas.

—Te encantaron —exclamó Angela, aplaudiendo.

love game / tom hollandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora