O2; REGAL CINEMAS

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ERA RARO. No había otra manera de describirlo. Se sentía absolutamente extraño. Y no era únicamente porque estaba en la mañana afuera de un cine en Atlanta tratando de pasar encubierto, con una gorra de beisbol azul y lentes de sol.

Lo raro de todo era la persona con la que se había citado, Angela, su novia falsa. Tom agradecía que hasta el momento solo hubieran ensayado algunas escenas en el set y leído líneas, practicando escenas de acción y tratando de ajustar últimos detalles, porque le daba la excusa perfecta para evitarla.

Apenas se habían visto en el set de grabación y todo era por culpa de Tom. Su relación falsa debía de ser absolutamente secreta y nadie más que ellos y sus managers sabían de ella. Ah, y la familia de Tom, por supuesto. No podía ocultarles nada a ellos.

Eso significaba que todo el tiempo en el set debían de actuar, tanto cuando grabaran la película como en los descansos, como una pareja feliz y enamorada cuando Tom no sabía cómo hacer la mitad de las cosas. No estaba preparado para ese papel. ¿Le tomaba la mano? ¿La abrazaba? ¿Le cargaba sus cosas?

Así que había decidido evitarla lo más posible, hasta ese momento, donde sus agendas habían sido despejadas para que pudieran ir al cine como una pareja normal. El plan era que alguien los viera entrar al cine juntos para que los rumores de que estaban juntos comenzaran a circular.

Era mentirles a todos, y Tom odiaba eso. Lo único que le quedaba era quejarse con su hermano, Harry, con el cual estaba hablando por teléfono mientras mataba el tiempo esperando a que Angela llegara.

—Podría ser peor —dijo Harry, al otro lado de la línea, escuchando a Tom quejarse—. Quiero decir, te pagan por salir con Angela Thompson. Es sexy.

—Entonces tal vez deberían pagarte a ti por salir con ella —murmuró Tom, de mala gana, jugando con una piedra en el piso, pateándola—. Es lo peor del mundo —exageró—. Odio esto. Odio mentir. Odio que todo sea una farsa. Odio que tengamos que recurrir a una cosa tan barata y sucia. Odio salir con Angela. Es una tortura.

—¿Tom? —dijo una voz detrás de él. Tom se volteó lentamente para verla, tragando saliva.

Frente a él estaba Angela, con el rostro impasible. Llevaba puesta una blusa blanca y unos pantalones azules a rayas, junto con unas gafas de sol para pasar inadvertida, pero que llevaba puestas en la cabeza. Inmediatamente, Tom colgó.

Era claro que lo había escuchado. Tom no sabía qué decir, pero no fue necesario. Angela habló antes de que pudiera hacerlo.

—Vamos, no quiero que tu tortura sea tan larga —gruñó, sus ojos brillando con furia pero sonriendo por si alguien más los veía, tomándolo de la mano y jalándolo hacia el cine.

Tom compró los boletos mientras Angela evitaba su mirada, su vista puesta en el celular.

—¿Quieres algo? —preguntó Tom educadamente.

—No, y te preguntaría si tú también pero no creo que aquí vendan remplazos de novias falsas así que tendrás que aguantarme —dijo Angela con falsa dulzura.

La sala de cine estaba casi vacía, con solo ellos y una pareja de ancianos en las primeras filas. Era normal, un día entresemana en la mañana, y Tom no pudo evitar pensar absurdamente que si Angela lo asesinaba no habría testigos.

Se sentaron hasta la parte de atrás, ninguno hablando. La película comenzó pero Tom solo logró concentrarse a medias, la tensión distrayéndolo.

Angela no parecía tener el mismo problema. Su vista estaba fija en la película, observando con detalle cada instante. Tom se encontró a sí mismo viendo a Angela más que la película. Claro, era interesante ver cómo Emilia Clarke se enamoraba de Sam Clafin pero era mucho más interesante ver la expresión de Angela.

Recordó lo que le había dicho en la cena, hace un par de días, sobre cómo se enamoraba fácil. Sus ojos lo decían todo. Miraba con pasión todo, y sus ojos relucían con cada escena de romance.

De repente, Angela volteó a verlo, con la expresión vacía. Siendo atrapado mirándola, inmediatamente volteó la vista a la pantalla de nuevo. Tom intentó ver la película de nuevo, abriendo los ojos de par en par cuando se dio cuenta de algo en una escena.

—Eres tú —exclamó Tom.

Emilia Clarke estaba despidiéndose de Sam Clafin, antes de que éste decidiera terminar su vida. De fondo, sonaba la suave voz de Angela cantando.

—Pensé que lo sabías y por eso la habías elegido —musitó Angela, confundida. Luego, sonrió, como olvidando que odiaba a Tom y comenzó a cantar—: No quiero decir adiós, no sé cuándo volveré a verte. Mañana no estarás aquí, y no sé qué será de mí. No quiero saber qué es despertarme sin ti a las tres de la mañana. No quiero saber qué es escuchar tu risa por última vez. No quiero decir adiós, no sé cuándo volveré a verte. Mañana no estarás aquí y te llevarás un pedazo de mí.

—Wow —fue todo lo que dijo Tom, genuinamente sorprendido. Angela cantaba con emoción, cada palabra como si sintiera el mismo dolor de la letra de la canción, además de que tenía una voz hermosa. 

Angela volvió a poner la vista en la pantalla y supo que debía esperar a que terminara la película pero Tom no pudo evitar decir: 

—Lo lamento. Lamento que hayas escuchado lo que hablaba con mi hermano pero quiero que sepas que no es personal. No te odio, estás atrapada en esto tanto como yo, pero es que tú lo llevas tan bien y... y yo no tengo experiencia en esto. No tengo experiencia en citas y novia porque nunca he tenido una. Y tú pareces tan experta y siempre sabes lo que estás haciendo pero yo no.

—Espera, detente, ¿qué? —exclamó Angela, alzando la voz lo suficiente para que la pareja de ancianos volteara a verla mal pero no pareció importarle—. Debes estar bromeando. ¿Nunca has... tenido novia? ¿En serio?

—He salido con un par de chicas pero nada oficial —balbuceó Tom.

Angela se quedó callada por un buen rato, hasta que la película terminó. Cuando finalizó y las luces se encendieron, Tom por fin pudo ver el rostro de Angela. Parecía casi emocionada.

—Esto es falso, ¿cierto? —preguntó. Tom asintió, sin saber qué decir—. Bueno, pues tómalo como es. Algo falso. Puedes equivocarte y no te voy a juzgar. Voy a ser tu guía en cómo tratar a una novia, tu sensei, tu maestra. Y si te equivocas, no pasa nada. Todo es un juego.

—¿Hablas en serio? —preguntó Tom, escéptico. Angela asintió, entusiasmada.

—¡Sí! Será divertido. Mucho más divertido que nuestras citas incómodas de siempre.

—¿Estás segura?

—Por supuesto. ¿Qué dices? —Tom se lo pensó un instante pero se detuvo cuando sintió los labios de Angela levemente presionándose contra los suyos. Fue apenas un roce, y Tom retrocedió, abriendo los ojos de par en par, sorprendido—. Primera lección, no tienes opción. La chica siempre manda. 

Angela le guiñó el ojo y lo tomó de la mano, poniéndose de pie y arrastrándolo con ella. 

love game / tom hollandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora