Cuadragésimo quinto acto

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XLV.

Patrick empezó a respirar con dificultad, podía escuchar a su corazón bombear con rapidez. Sentía su cuerpo temblar, pero no podía moverse. Catherine estaba allí frente a él, pero tampoco se movía. Parecía una extraña aparición. Era tan ajena a esa realidad, a ese lugar, que le resultaba chocante verla.

Su madre parecía no haber envejecido desde la última vez que la vio. Habían pasado casi dos años y de pronto allí estaba con su cabello rizado por debajo de los hombros, perfectamente maquillada, vistiendo esos vestidos que acentuaban bien su figura que no tenía nada que envidiar a una veinteañera. Catherine estaba allí. La idea era tan difícil de digerir.

—El gato se escapó cuando abrí —dijo casualmente mirando en dirección a la puerta para luego volver la vista hacia él—. ¿Podrías ayudarme con las maletas? Pesan una tonelada y honestamente después de cargarlas yo sola todos estos pisos terminé exhausta. ¿Por cierto dónde está mi padre? Es raro que no esté en casa.

—Oye, Pat, me encontré con tu abuelo en la entrada del edificio y....

Patrick volteó a ver aterrado hacia la entrada, ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, solo pudo ver a la perfección como la sonrisa que Neil traía se borraba de golpe y se detenía en el umbral de la puerta junto con su abuelo.

—¿Catherine?

—Allí estás, papá, me preguntaba dónde te habías metido. ¿Podría alguno de los dos ayudarme con estas maletas?

—Hija...

Patrick notaba la confusión de su abuelo, quien tampoco sabía bien cómo reaccionar. Gabriel volteó a ver a Neil quien tenía la mirada fija en Patrick.

—¿Por qué los dos actúan como si han visto un fantasma? —preguntó Catherine llevándose las manos a la cintura.

—No, no, solo me sorprendí. No dijiste que venías. Yo...—empezó Gabriel y se acercó a ella para abrazarla—. Qué bueno verte, hija.

Patrick miró la escena incrédulo. ¿Su abuelo la recibía así como si nada?

—Patrick, las maletas...—pidió Catherine. El tono dulce con que se lo dijo hizo que su estómago se revolviera. Vio a su madre desprenderse del abrazo de Gabriel y se acercó a él—. Hijo ¿qué te sucede?

Patrick vio como estiraba la mano en dirección hacia él y su cuerpo solo le pedía que no dejase que lo tocase, retrocedió violentamente cuando la mano estuvo tan cerca de él que terminó tropezando con la silla de plástico del comedor improvisado.

—Patrick, ¿te hiciste daño?

—¡No me toques! —dijo sintiendo la tensión insoportable en sus hombros—¿Qué haces aquí?

Catherine miró extrañada a su hijo— No pude venir antes porque tenía que arreglar unas cosas. Después de tu llamada del embargo estuve pensando que si tú y yo trabajamos duro podemos estabilizarnos económicamente. Vi tus fotos camino a casa, ¿estás trabajando de modelo?

—¿Vas a quedarte? —preguntó Gabriel lleno de esperanza.

—Sí.

—No, abuelo, no la dejes —pidió Patrick alarmado poniéndose de pie.

—Patrick...

—No, no me hagas esto —suplicó Patrick desesperado—. No quiero a esta mujer acá.

—Patrick, hijo, sé que estas molesto por...

—¿Molesto? —preguntó incrédulo— ¡¿Cómo se te ocurre siquiera pensar en aparecerte aquí?!

Los títeres rebeldesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora